Primera Lectura: Eclesiastés 3, 1-11
1Todo tiene su tiempo y sazón,
todas las tareas bajo el sol:
2tiempo de nacer,
tiempo de morir;
tiempo de plantar,
tiempo de arrancar;
3tiempo de matar,
tiempo de sanar;
tiempo de derruir,
tiempo de construir;
4tiempo de llorar, tiempo de reír;
tiempo de hacer duelo,
tiempo de bailar;
5tiempo de arrojar piedras,
tiempo de recoger piedras;
tiempo de abrazar,
tiempo de desprenderse;
6tiempo de buscar,
tiempo de perder;
tiempo de guardar,
tiempo de desechar;
7tiempo de rasgar,
tiempo de coser;
tiempo de callar,
tiempo de hablar;
8tiempo de amar,
tiempo de odiar;
tiempo de guerra,
tiempo de paz.
9¿Qué saca el obrero de sus fatigas? 10Observé todas las tareas que
Dios encomendó a los hombres para afligirlos: 11todo lo hizo hermoso en su
sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las
obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.
EXPLICACIÓN.
3,1-15 Y así viene la prueba del tiempo. Desaparece la ficción
salomónica y ocupa la escena una visión universal. No se presenta en forma de
experimento ni en tono personal (hasta el v. 10). Como si por el escenario
pasara un desfile mudo. En eso estriba la fuerza de esa procesión implacable:
catorce binas, cada pareja bien trabada, la serie heterogénea. Las hay
individuales y colectivas, de sentimiento y de acción, el hombre las realiza o
las sufre. Toda esa variedad tiene algo en común: el carácter polar, de
extremos y oposiciones, su desarrollo en el tiempo. Desde el nacimiento a la
muerte -primera bina- el hombre está colocado en el tiempo, que lo recibe, lo
empuja, lo arrolla v lo expulsa, para recomenzar con otra generación (según
decía 1,3). (En su soneto Gaita galaica recoge Rubén Darío seis de estas
binas).
3,2 Son los límites de la existencia de los que el hombre normalmente
no puede disponer.
3,3 "Matar" o dejar morir. Se puede referir a la guerra y a
sentencias de muerte dentro de la ley. Como el autor no precisa, resulta
terrible pensar que los asesinatos tienen su tiempo asignado.
3,5 El sentido de la primera bina es dudoso. Sabemos que los antiguos
empleaban piedras para contar y para echar suertes; en tiempo de guerra podían
asolar un campo cubriéndolo de piedras (2 Re 3,19.25). La tradición rabínica
piensa que se trata de relaciones sexuales.
3,7 Véase Eclo 20,6.
3,9-15 El autor se fija ahora en los dos temas consabidos: la acción y
la reflexión. Frente al ineludible vaivén de los opuestos, ¿qué actitud puede
tomar el hombre? ¿Actuar para dominar el curso de los sucesos, para alterarlo?,
¿o tratar de abarcarlos y comprenderlos con el pensamiento?
Inútil lo primero, pues el hombre no puede añadir ni restar ni cambiar
lo que Dios ha determinado. Fatal lo segundo, pues el hombre, impulsado a
desbordar los límites de su propio tiempo, descubre que no puede abarcar la
totalidad del tiempo, y así se desgarra entre el afán ilimitado de conocer y
los límites de su conocimiento.
Único remedio, abandonar la ambición de actuar y conocer, contentarse
con los bienes de la vida sencilla, que Dios otorga. Dios domina esta sección
con su presencia y no se repite el veredicto de vanidad.
3,10 Véanse Ecl 1,13 Y 2,26.
3,11 Parece un comentario a Gn 1,31: con la precisión de Eclo
39,16.34. Dios ha dado a las cosas su sazón, a la mente humana el tiempo sin
límites; como el hombre se asoma a él sin poder dominarlo, el pensamiento lo
aflige y tortura. Otros traducen "eternidad" o "mundo" .
Salmo
Responsorial: 144 (143) 1a y 2abc. 3-4
1Bendito el Señor, mi Roca,
2Mi aliado, mi alcázar,
mi baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
mi escudo y mi refugio,
3Señor, ¿qué es el hombre
para que te fijes en él,
el ser humano
para que te fijes en él,
el ser humano
para que lo tengas en cuenta?
4EI hombre se asemeja a un soplo,
4EI hombre se asemeja a un soplo,
sus días, como una sombra que pasa.
EXPLICACIÓN.
144,1-2 En estos versos se unen los recursos defensivos a los
combativos. El v. 1 combina 18,3 con 18,35. "Mi pueblo": en singular:
cfr. 2 Sm 22,44.
144,3 Cita del Sal 8,5, puesta en boca del supuesto David, aplicándose
lo que vale para cualquier hombre.
144,4 Combina Sal 39,6 con Job 14,2, que también tienen valor
universal. En el salmo se
mezclan el estupor con la motivación: aunque yo sea
un soplo, porque yo soy un soplo ...
Trasposición cristiana.
Por referirse el salmo a David, los antiguos lo leyeron en clave
cristológica. El Mesías davídico es también el "hombre" de quien se
ocupa Dios Padre.
Evangelio: Lucas 9, 18-22
18
Una vez que estaba orando él solo, se encontraban con él los discípulos y les
hizo esta pregunta:
- ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Contestaron ellos:
- Juan Bautista; otros, en cambio, Elías, y otros, un profeta de los antiguos que ha vuelto a la vida.
20 Entonces él les preguntó:
- Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
- El Mesías de Dios.
21 Pero él les conminó que no lo dijeran absolutamente a nadie.
22 Y añadió:
- El Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y, al tercer día, resucitar.
- ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Contestaron ellos:
- Juan Bautista; otros, en cambio, Elías, y otros, un profeta de los antiguos que ha vuelto a la vida.
20 Entonces él les preguntó:
- Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
- El Mesías de Dios.
21 Pero él les conminó que no lo dijeran absolutamente a nadie.
22 Y añadió:
- El Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y, al tercer día, resucitar.
EXPLICACIÓN.
Falso
y verdadero concepto del Mesías. 18-27. Oración de Jesús antes de la pregunta decisiva.
Opinión de la gente (cf. 9,7s). Opinión del grupo, expuesta por Pedro: el
Mesías de Dios (= el Ungido o Consagrado por Dios, cf. 4,41; 23,35).
La declaración identifica a Jesús con el Mesías nacionalista y violento de la
expectación popular (4,34: "el Consagrado por Dios"). Prohibición de
divulgarlo (21); conminó, como al endemoniado.
Jesús integra el concepto de Mesías en el más universal de el Hombre, que, además, incluye a los que reciban el Espíritu y lo sigan (cf. 5,24; 6,5). Su destino no es el triunfo terreno; oposición de los dirigentes (cf. 6,22s); la muerte no es la última palabra (resucitar) (2).
Jesús integra el concepto de Mesías en el más universal de el Hombre, que, además, incluye a los que reciban el Espíritu y lo sigan (cf. 5,24; 6,5). Su destino no es el triunfo terreno; oposición de los dirigentes (cf. 6,22s); la muerte no es la última palabra (resucitar) (2).
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