I LECTURA. EZEQUIEL
18,1-10.13.30-32.
Responsabilidad
personal (Ez 33,1-21).
1Me dirigió la palabra
el Señor:
2-¿Por qué andáis
repitidndo
este refrán en la
tierra de Israel:
“Los padres comieron
agraces
y los hijos tuvieron
dentera”?
3Por mi vida, os juro
–oráculo del Señor-
que nadie volverá a
repetir
ese refrán en Israel.
4Sabedlo: todas las
vidas son mías;
lo mismo que la vida
del padre,
es mía la vida del
hijo;
el que peca es el que
morirá.
5El hombre que es
justo,
que observa el derecho
y la justicia,
6que no come en los
montes
levantando los ojos a
los ídolos de Israel;
que no profana a la
mujer de su prójimo,
ni se llega a la mujer
en su regla;
7que no explota, sino
que devuelve
la prenda empeñada;
que no roba, sino que
da
su pan al hambriento y
viste al desnudo;
8que no presta con
usura ni cobra intereses;
que aparte la mano de
la iniquidad
y juzga imparcialmente
los delitos;
9que camina según mis
preceptos
y guarda mis
mandamientos,
cumpliéndolos
fielmente, ese hombre es justo
y ciertamente vivirá
–oráculo del Señor-.
10Si éste engendra un
hijo criminal y homicida,
que quebranta algunas
de esas prohibiciones
13que presta con usura
y cobra intereses,
ciertamente no vivirá;
por haber cometido
todas esas abominaciones,
morirá ciertamente
y será responsable de
sus crímenes
30Pues bien, casa de
Israel,
os juzgaré a cada uno
según su proceder
-oráculo del Señor-.
Arrepentíos y
convertíos
de vuestros delitos,
y no caeréis en
pecado.
31Quitaos de encima
los delitos
que habéis perpetrado
y estrenad un corazón
nuevo
y un espíritu nuevo,
y así no moriréis,
casa de Israel.
32 Pues no quiero la
muerte de nadie
-oráculo del Señor-.
¡Convertíos y
viviréis!
EXPLICACIÓN.
18. Éste es uno de
los capítulos más importantes del libro y se ha de leer con el capítulo 33. Un
paso importante del progreso de la revelación ha dejado aquí su huella: paso
preparado y provocado por la historia.
El
pasado.
Imaginemos la situación de los desterrados después de la catástrofe. El
presente amargo es consecuencia ineluctable del pasado –dice la teología
tradicional-: no precisamente los pecados de esta generación, que no merecían
tamaño castigo, sino los pecados acumulados de un Manasés y de muchos como él
(2 Re 23,31-24,4). Se ha llegado a una plenitud de pecado; crímenes seculares
han colmado y desbordado la medida de la misericordia divina; agotada la
misericordia, su ira se ha derramado sobre… la generación a la que ha tocado
vivir al término del proceso; ¡qué fatalidad! ¿Es justo! Si Dios tiene en
cuenta los delitos paternos, ¿por qué no tiene en cuenta la bondad de un
Josías, de un Ezequías y de otros? “Por amor de Abrahán, por amor de David”,
dice la tradición.
El
futuro. Se
ha roto la alianza que empeñaba a Dios; falta el culto que permitía
reconciliarse periódicamente con el Señor. Lejos de la tierra prometida, de la
ciudad santa, del templo destruido, no hay futuro para esta generación de
esclavos. Víctimas de un pasado del que no son inmediatamente responsables y
sin futuro, ¿qué les queda? Es inútil dirigirse a Dios con salmos apasionados
de súplica: “¿por qué?, ¿hasta cuándo?”. Mejor es la pequeña venganza de un
refrán que sale de una boca con dentera, que hiere sin nombrar. Que Dios se dé
por aludido.
La
respuesta.
El profeta se enfrenta con el refrán y con la actitud de despecho y fatalismo
de donde brota. Lo desmiente rotundamente en un lenguaje descarnado de
cláusulas, casi de contabilidad. De parte de Dios trae un mensaje positivo: es
posible romper la cadena del pasado, es necesario comprometerse para rehacer el
futuro.
Junto a la responsabilidad colectiva, que liga
solidariamente a los miembros de una comunidad entre sí y con los antepasados,
y sin anularla, se anuncia la responsabilidad del individuo, señor de su
destino por voluntad de Dios. Destino de vida y muerte para los judíos (Dt
30,15) y para todos los hombres (Eclo 15,11-17). Precisamente en la nueva
situación de responsabilidad individual se hará más consciente y mejor poseída:
no vale echar la culpa a padres y abuelos, ni menos burlarse de la justicia
divina. Al mismo tiempo, la responsabilidad individual es exigencia para
comenzar la acción y perseverar en ella. Sacudida por el destierro la confianza
mecánica en el templo y otras instituciones, el profeta sacude la confianza
perezosa en méritos adquiridos.
El mensaje de
Ezequiel es esperanzado. Si el Señor ha castigado “en hijos, nietos y
bisnietos” (Dt 5,9s), “su piedad se prolonga por mil generaciones”, abarcando
el presente y el futuro.
El
estilo del
capítulo conjuga tres formas: la casuística, las fórmulas declaratorias y la
parénesis o exortación.
18,2. El refrán se
lee también en Jr 31,29-30; sin imagen resuena en Lam 5,7.
18,3-4. La primera
respuesta apela a la soberanía de Dios, señor de vida y muerte en el orden
biológico; él puede asignar a la muerte función de castigo instituyendo la pena
de muerte como sanción del pecado.
18,5-9 Compárese con las
liturgias de entrada: Sal 15; 24; Is 33,15s.
18,6. Banquetes
rituales idolátricos en los altozanos (cap.6).
18,7-8. Enumera
cláusulas diversas de la legislación, Éx. Lv y Dt.
18,9. “Vivirá”
equivale a “no es reo de muerte”. Designa la vida con todos los bienes de la
relación con Dios y con la comunidad: véanse Dt 4,1.33; 5,24.26.33; 8,1.3 etc.
18,10-13. Se exige el
cumplimiento de todos los mandamientos. Sentencia de muerte: al criminal no le
valdrá la honradez de su padre.
18,31. El cambio
interior será la gran novedad. Lo que aquí suena como mandato, sonará como
promesa en 36,26. A la vuelta del destierro este final mirará ota vez hacia el
futuro, hacia la comunidad del espíritu nuevo.
18,32. La última
palabra es oferta de vida.
SALMO 51,12-15.18-19.
12Crea en mí, Dios, un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro
ni me quites tu santo espíritu;
14devuélveme el gozo de la salvación,
afiánzame con un espíritu generoso.
14devuélveme el gozo de la salvación,
afiánzame con un espíritu generoso.
15Enseñaré a los malvados tus caminos,
y los pecadores volverán a ti.
y los pecadores volverán a ti.
18Un sacrificio no te satisface;
si te ofrezco un holocausto, no lo
aceptas.
19Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y triturado,
19Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y triturado,
tú, Dios, no lo desprecias.
EXPLICACIÓN.
51,12-14 El verbo crear suena con fuerza al comienzo de tres versos
que llamaré epíclesis, porque son una triple invocación al espíritu. Como en la
creación: el "espíritu de Dios" se cernía sobre el océano.
51,12 El primero es un espíritu dispuesto;
adjetivo al parecer contrario al viento, cuya esencia es moverse. En términos
psicológicos y espirituales es un ánimo pronto, decidido (cfr. Mt 26,41).
51,13 El segundo es un espíritu santo; la
petición es que Dios "no quite" lo que había dado. Leído en clave
davídica, sería el espíritu de profecía, según 2 Sm 23,2. Leído en clave
comunitaria, es retirar la condición de pueblo santo, consagrado: Ex 19,6; Is
62,12; anular la elección, rechazar, como muestra el paralelo de 2 Re 13,23.
51,14 El tercero es un espíritu "principesco",
que denota la iniciativa espontánea, la generosidad y nobleza de ánimo. No una
ley desde fuera, sino un dinamismo desde dentro.
51,15 Ya transformado, el orante podrá
atarearse como predicador de conversión. Los caminos del Señor son la línea de conducta
que él traza; el camino por donde podrán volver y que deberán seguir.
51,18 El verbo aceptar puede tener valor
técnico en el lenguaje cúltico: es la aceptación de Dios la que convalida un
sacrificio.
51,19 "Quebrantado, triturado": hay
que retener la imagen hebrea, plástica, vigorosa; nosotros decimos "estoy
hecho polvo". Por la traducción griega y después la latina, la imagen perdió su materialidad y se
convirtió en el concepto contrición, con su adlátere atrición.
Trasposición cristiana.
El salmo 51 es el Miserere,
príncipe de los salmos penitenciales. Lástima que se haya desgajado del 50 y
que no se haya valorado bastante la epíclesis o invocación al Espíritu. Podemos
arrancar de 2 Cor 5,17-21 sobre el "ministerio de reconciliación". Al
cual añado unas cuantas observaciones.
En la liturgia penitencial, ordenada al
perdón y reconciliación, Dios no condena como juez, sino que se querella como
parte. La relación mutua se funda en la alianza, cuya carta es el evangelio. El
evangelio posee fuerza de interpelación, de recriminación y querella; pero
también ofrece perdón y fuerza para la enmienda. A un examen de conciencia
objetivo y neutral se sobrepone la palabra de Dios, en diálogo personal. La
reconciliación tiene algo de nueva creación, y el Espíritu se infunde como
dinamismo de vida nueva. Se plantea la relación entre culto y justicia.
EVANGELIO DE MATEO
19,13-15.
14 pero Jesús dijo:
- Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acerquen a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios por rey.
15 Les impuso las manos y siguió su camino.
EXPLICACIÓN.
13 - 15. Estos chiquillos continúan los de 18,2-5; son figura de los discípulos que toman por norma el servicio. Relación con la primera y última bienaventuranza (5,3.10: tienen a Dios por rey). Oposición de los discípulos, que tienen aún ambiciones de rango (18,1).
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