Primera Lectura: II
Reyes 24, 8-17
Jeconías de Judá (598-597)
(2Cr 36,9-10).
8Cuando Jeconías subió al
trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se
llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. 9Hizo lo que el Señor
reprueba, igual que su padre.
10En aquel tiempo, los
oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la
cercaron. 11Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus
oficiales la tenían cercada. 12Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia,
con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los
apresó el año octavo de su reinado. 13(Se llevó los tesoros del templo y de
palacio, y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel,
había hecho para el templo según las órdenes del Señor. 14Deportó a todo
Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados-, los herreros y
cerrajeros; sólo quedó la plebe). 15Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados de Jerusalén a
Babilonia el rey, la reina madre y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del
reino, 16todos los ricos –siete mil deportados-, los herreros y cerrajeros –mil
deportados-, todos aptos para la guerra. 17En su lugar nombró rey a su tío
Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.
EXPLICACIÓN.
24,8. El partido de la
resistencia contaba con que el hijo de Jeconías (Yehoyakin) continuase la
política paterna. Al principio el joven cedió a los ministros; pero cuando un
ejército en regla asedió la capital, Jeconías se rindió para salvar la vida y
la ciudad. El emperador tomó represalias, impuso fuertes tributos y nombró un
rey vasallo, de la familia de Josías: Sedecías.
24,12. Entre los deportados
de la primera ola marchó a Babilonia un joven sacerdote que había de recibir su
vocación profética en el destierro; anunció la caída definitiva y la esperanza
de restauración: se llamaba Ezequiel. Para este profeta, Jeconías sigue siendo
el rey legítimo, los años se siguen contando según su sucesión al trono.
24,13-14. Adición posterior
que anticipa hechos de la segunda deportación. Véase Jr 27,22. Los versos
siguientes dan la versión original. *O: según lo que había anunciado el Señor,
Is 20,17s.
24,15-16. Con estas medidas,
Nabucodonosor creyó domada la resistencia de los judíos. Se engañaba.
24,17. Es un hijo de Josías,
hermano uterino de Joacaz, el rey depuesto por Necó. También Nabucodonosor
respetó los sentimientos religiosos del pueblo, dando al nuevo rey un nombre
yahvista. Sedecías significa “justicia (o victoria) del Señor”. ¿Hay un toque
de ironía en semejante nombre? (cfr. Jr 23,6).
Salmo Responsorial: 79
(78)
1¡Oh Dios!, los paganos han invadido tu
heredad,
han profanado tu santo templo,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
2Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo
la carne de tus leales a las fieras de la tierra.
3Derramaron su sangre como agua
en tomo a Jerusalén,
en tomo a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
4Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
burla y baldón de los que nos rodean.
burla y baldón de los que nos rodean.
5¿Hasta cuándo, Señor, enojado?
¿siempre ardiendo como fuego tus celos?
8No nos imputes los delitos de los antepasados.
Que tu compasión se apresure a alcanzamos,
pues estamos agotados.
pues estamos agotados.
9Socórrenos, Dios Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre.
Líbranos y expía nuestros pecados,
en atención a tu nombre.
en atención a tu nombre.
EXPLICACIÓN.
79,1 La invocación inicial sitúa la descripción y
todo el salmo. "Heredad" del Señor es el territorio (Ex 15,17) Y la
capital (Sal 47,3). Invadirlo va contra un precepto (Lam 1,10). "Profanar
el santuario" es delito denunciado en la ley y los profetas: Lv 15,31; Nm
19,13; Jr 7,30.
79,2. Motivo literario tópico: 1 Sm 17,46; 2 Sm
21,10; 2 Re 9,35-37.
79,3 "Derramar sangre" es fórmula técnica
de homicidio. La sangre hay que enterrarla o taparla para que no clame al
cielo: Gn 4,10; Job 16,18.
79,5-9 Estos siete versos, con su distribución
proporcionada, nos hacen sentir el problema de la discriminación. La comunidad
se siente bajo la ira de Dios prolongada; y no pide que cese la ira, sino que
cambie de destinatario. 79,6-7 Los paganos se definen por "no reconocer al
Señor" ni "invocar su nombre", de donde se sigue el
imperialismo "devorador": cfr. Sal 14. Léase la respuesta del faraón
en Ex 5,2. La "dehesa" es el territorio o la capital: Ex 15,13; Is
33,20; Jr 25,30 etc.
79,8-9 Confesándose culpables, apelan a la compasión
de Dios y al honor de su nombre. Los pecados de los antepasados se han
acumulado bajo los pecados recientes (Is 65,7), "nuestros": los
antiguos que Dios los olvide, los recientes que los "expíe". Estos
tres versos son una confesión penitenclal resumida: puede verse ampliada en Esd
9; Neh 9-10; Dn 3 y 9; Bar 1,15-3,8.
79,8 "No imputes" o no recuerdes: con
valor judicial: Is 43,25; Jr 31,34.
79,9 Sobre "expiar", además de los textos
litúrgicos de Lv y Nm, pueden consultarse Is 6,7; 22,14; 27,9.
Trasposición cristiana.
El Apocalipsis recoge dos temas del salmo: los
cadáveres sin enterrar y la venganza de los asesinados: Ap 11,7; 6,9. Piensa en
un juicio final o definitivo, con oposiciones netas, sin intermedios. La
Iglesia perseguida recita el salmo confesando sus pecados y pidiendo la
justicia necesaria para liberar a las víctimas inocentes.
Evangelio: Mateo
7, 21-29
21 No basta decirme: "¡Señor,
Señor!", ¡si hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu
nombre y hecho muchos prodigios en tu nombre!"
23 Y entonces yo les declararé: "Nunca os he conocido. ¡Lejos de mí los que practican la iniquidad!
24 En resumen: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
25 Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca.
26 Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece al necio que edificó su casa sobre la arena.
27 Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ¡Y que hundimiento tan grande!
28 Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban impresionadas por su enseñanza,
29 porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
23 Y entonces yo les declararé: "Nunca os he conocido. ¡Lejos de mí los que practican la iniquidad!
24 En resumen: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
25 Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca.
26 Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece al necio que edificó su casa sobre la arena.
27 Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ¡Y que hundimiento tan grande!
28 Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban impresionadas por su enseñanza,
29 porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
EXPLICACIÓN.
De nuevo (24-23) el
primado de las obras sobre las palabras. Pero, más allá de las obras, Jesús
juzga las intenciones. Lo extraordinario carece de valor (22-23) si no nace del
amor n tiende a construir el reino de Dios. Parábola final (24-27): se
contrapone el llevar o no a la práctica la enseñanza escuchada. La
casa, el hombre mismo. El éxito de su vida en medio de las
dificultades se basa en un proceder acorde con el mensaje de Jesús, cuyo punto
culminante han sido las bienaventuranzas. Asombro de las multitudes (28, cf.
4,25). Jesús no se apoya en la tradición, como los letrados (29), habla con
autoridad propia. La doctrina oficial cae en el descrédito.
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