domingo, abril 01, 2012

Jueves 19 de abril del 2012. Jn 3,31-36.

31. El que viene de arriba está por encima de todos. El que es de la tierra, de la tierra es y desde la tierra habla. El que viene del cielo,
32. de lo que ha visto personalmente y ha oído, de eso da testimonio, pero su testimonio nadie lo acepta.
33. Quien acepta su testimonio pone su sello, declarando: “Dios es leal”:
34. de hecho el enviado de Dios propone las exigencias de Dios, pues comunican el Espíritu sin medida.
35. El padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano;
36. quien presta adhesión al Hijo posee vida definitiva, quien no hace caso al Hijo no sabrá lo que es vida: no, la reprobación de Dios queda sobre él.


Explicación.

Lo ocurrido con Juan ha sido la tónica general del judaísmo: se había dado valor permanente a los enviados de Dios en el AT, en particular a Moisés. Ellos y su mensaje no se consideraban anuncio y preparación del Mesías, sino término en sí mismos.
Sin nombrarla, se considera la figura de Moisés, el primero de los enviados (31), cuya Ley, tenida por definitiva, se convierte en obstáculo para aceptar al Mesías-Hijo, que propone las verdaderas exigencias/mandamientos de Dios (33-34), las que comunicaban el Espíritu. Jesús no es un profeta más, sino el Hijo. El Hombre-Dios no puede ser alineado con los que lo han precedido en la historia de Israel (35). Quien no lo acepta se niega a entrar en la zona de la vida/amor, queda en la zona de la muerte, contraria al Dios de la vida (35-36).

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