La nueva Pascua: Creación de la comunidad mesiánica.
(Jn 20,19-23)
20, 19. Ya anochecido, aquel día primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos, llegó Jesús, haciéndose presente en el centro, y les dijo:
- Paz con vosotros.
20. Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor.
21. Les dijo de nuevo:
- Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros.
22. Y dicho esto sopló y les dijo:
-Recibid Espíritu Santo.
23. A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libren de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.
Tomás: La fe de los que no hayan visto.
(Jn 20, 24-29)
20, 24. Pero Tomás, es decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
25. Los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor en persona.
Pero él les dijo:
-Como no vea en sus manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los clavos y meta mi mano en su costado, no creo.
26. Ocho días después estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo:
- Paz con vosotros.
27. Luego dijo a Tomás:
- Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.
28. Reaccionó Tomás diciendo:
-¡Señor mío y Dios mío!
29. Le dijo Jesús:
- ¿Has tenido que verme en persona par acabar de creer? Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer.
Colofón de la vida de Jesús.
Jn 20,30-31
30. Ciertamente, Jesús realizó todavía, en presencia de sus discípulos, otras muchas señales que no están escritas en este libro:
31. éstas muchas señales escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida unidos a él.
EXPLICACIÓN.
19-23. El mismo día en que comienza la nueva creación (19: primero de la semana); esta realidad va a ser considerada ahora desde el punto de vista de la nueva Pascua., con alusión al éxodo del Mesías. Los discípulos, todos los que dan su adhesión a Jesús; no hay nombres propios ni limitación alguna. Con las puertas atrancadas, etc. Muestra su desamparo en medio de un ambiente hostil. El miedo denota la inseguridad; aún no tienen experiencia de Jesús vivo (16,16). Como José de Arimatea, son discípulos clandestinos (19,38). Situación como la del Antiguo Israel en Egipto (Éx 14,10); pero están en la noche (Ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Éx 12,42; Dt 16,1).
Jesús se hace presente, como había prometido (14,18s; 16, 18ss). En el centro; fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad. Paz con vosotros, cf. 14,27s; 16,33; el saludo les confirma que ha vencido al mundo y a la muerte. Les muestra los signos de su amor y de su victoria (20). El que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz; se les muestra como el Cordero de Dios, el de la Pascua nueva y definitiva, cuya sangre los libera de la muerte (Éx 12,12s); el Cordero preparado para ser comido esta noche (Éx 12,8), es decir, para que puedan asimilarse a él. La permanencia de las señales en las manos y el costado indica la permanencia de su amor; Jesús será siempre el Mesías-rey crucificado, del que brotan la sangre y el agua. Alegría, cf. 16,20.22.
La repetición del saludo (21) introduce la misión, a la que tendía la elección de los discípulos (15,16; 17,18). Ha de ser cumplida como él la cumplió, demostrando el amor hasta el fin (manos y costado). El Espíritu (22) los capacitará para la misión. Sopló o “exhaló su aliento”, verbo usado en Gn 2,7 para indicar la infusión en el hombre del aliento de vida. Jesús les infunde ahora su propio aliento, el Espíritu (19,30). Crea la nueva condición humana, la de “espíritu” (3,6; 7,39). Por el “amor y lealtad” que reciben (1,17). Culmina la obra creadora; esto significa “nacer de Dios” (1,13), estar capacitado para “hacerse hijo de Dios” (1,12). Quedan liberados “del pecado del mundo” (1,19) y salen de la esfera de la opresión. La experiencia de vida que da el Espíritu es “la verdad que hace libres” (8,31s); quedan “consagrados con la verdad” (17,17s). El éxodo del Mesías no se hace saliendo físicamente del “mundo” injusto (17,15), sino dando la adhesión a Jesús y, de este modo, dejando de pertenecer a él (17,6.14).
Resultado positivo y negativo de la misión (23), en paralelo con la de Jesús. El pecado, la represión o supresión de la vida que impide la realización del proyecto creador, se comete al aceptar los valores de un orden injusto. Los pecados son las injusticias concretas que se derivan de esa aceptación.
El testimonio de los discípulos (15,26s), la manifestación del amor del Padre (9,4), obtendrá las mismas respuestas que el de Jesús: habrá quienes lo acepten y quienes se endurezcan en su actitud (15, 18-21; 16,1-4).
Al que lo acepta y es admitido en el grupo cristiano, rompiendo de hecho con el sistema injusto, la comunidad le declara que su pasado ya no pesa sobre él; Dios refrenda esta declaración infundiéndole el Espíritu que lo purifica (19,34) y lo consagra (17,16s). A los que rechazan el testimonio, persistiendo en la injusticia, su conducta perversa, en contraste con la actividad a favor de los hombres que ejerce el grupo cristiano, les imputa sus pecados. La confirmación divina significa que estos hombres se mantienen voluntariamente en la zona de la reprobación (3,36).
SÍNTESIS.
“El día primero de la semana” alude a la celebración de la eucaristía. De Jesús brota la fuerza de vida que anima a la comunidad y le impulsa a la misión. En ella, el grupo cristiano prolonga el ofrecimiento de vida que hace el Padre a la humanidad por medio de Jesús. Ante él cada hombre ha de hacer su opción. La integración en la alternativa de Jesús da realidad a la ruptura con el sistema injusto. La opción negativa pone en evidencia la injusticia del hombre; la existencia de la comunidad es la imputación objetiva de su culpa.
24-29. Mellizo (24), cf. 11,16: parecido con Jesús por su prontitud para acompañarlo en la muerte. Los Doce, en Jn, la comunidad cristiana en cuanto heredera de las promesas de Israel (6,70); esta cifra no designa a la comunidad después de la muerte-resurrección de Jesús, cuando las promesas se han cumplido (cf. 21,2: siete nombres, comunidad universal). Tomás no había entendido el sentido de la muerte de Jesús (14,5); la concebía como un final, no como un encuentro con el Padre. Separado de la comunidad (no estaba con ellos), no ha participado de la experiencia común, no ha recibido el Espíritu ni la misión. Es uno de los Doce, con referencia al pasado.
La frase de los discípulos (Hemos visto al Señor, cf. 20,18) formula la experiencia que los ha transformado. Esta nueva realidad muestra por sí sola que Jesús no es una figura del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. Tomás no acepta el testimonio. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido. Exige una prueba individual y extraordinaria.
Ocho días después (26): el día permanente de la nueva creación es “primero” por su novedad y “octavo” (número que simboliza el mundo futuro) por su plenitud. En él va surgiendo el mundo definitivo. Dentro, en la esfera de Jesús, la tierra prometida. Las puertas atrancadas ya no indican temor; trazan la frontera entre la comunidad y el mundo, al que Jesús no se manifiesta (14,22s). Llegó, lit. “llega”; ya no se trata de fundar la comunidad (20,19: “llegó”), sino de la presencia habitual de Jesús con los suyos. Jesús se hace presente a la comunidad, no a Tomás en particular. Jn menciona solamente el saludo (Paz con vosotros), que en el episodio anterior abría cada una de las partes. No siendo ya éste el primer encuentro, el saludo remite al segundo saludo, anterior (20,21): cada vez que Jesús se hace presente (alusión a la eucaristía), renueva la misión de los suyos comunicándoles su Espíritu.
Luego (27) divide la escena; ahora va a tratarse con Tomás. Unido al grupo encontrará solución a su problema. Jesús, demostrándole su amor, toma la iniciativa y lo invita a tocarlo. La insistencia de Jn en lo físico (dedo, manos, mano, meter, costado) subraya la continuidad entre el pasado y el presente de Jesús: la resurrección no lo despoja de su condición humana anterior ni significa el paso a una condición superior: es la condición humana llevada a su cumbre y asume toda su historia precedente. Ésta no ha sido solamente una etapa preliminar; ella ha realizado el estado definitivo.
Respuesta (28) tan extrema como la incredulidad anterior. El Señor es el que se ha puesto al servicio de los suyos hasta la muerte (13,5.14); es así como en Jesús ha culminado la condición humana (19,30). La expresión Señor mío reconoce esa condición. Tomás ve en Jesús el acabamiento del proyecto divino sobre el hombre y lo toma por modelo (mío).
Después del prologo (1,18: “Hijo único, Dios”) es la primera vez que Jesús es llamado simplemente Dios (cf. 1,34.49, etc.: “el Hijo de Dios”; 3,16.18, etc.: “el Hijo único de Dios”). Con su muerte en la cruz ha dado remate a la obra del que lo envió (4,34): realizar en el Hombre el amor total y gratuito propio del Padre (17,1). Se ha cumplido el proyecto creador: “un Dios era el proyecto” (1,1). Tomás descubre la identificación de Jesús con el Padre (14,9.20). Es el Dios cercano, accesible al hombre (mío).
La experiencia de Tomás no es modelo (29). Jesús se la concede para evitar que se pierda (17,12; 18,9): a él no se le encuentra sino en la nueva realidad de amor que existe en la comunidad. La experiencia de ese amor (sin haber visto) es la que lleva a la fe en Jesús vivo (llegan a creer).
SÍNTESIS.
La fe de la comunidad reconoce en Jesús al Hombre-Dios; tal es la formulación de su experiencia. Toda generación cristiana puede participar de ella por la comunicación del Espíritu/vida.
30-31. Para Jn, la vida de Jesús significa ante todo un conjunto de hechos, las "señales", en los que ha manifestado su amor a los hombres (2,11: "su gloria"). El evangelista ha hecho una selección (30). Su objetivo es suscitar la adhesión de los lectores a Jesús (31), el que, después de una actividad liberadora, ha sido condenado y ejecutado por los poderes del mundo. El creyente ha de ver en él al Mesías, al consagrado por Dios para llevar a cabo su designio en la historia, al que forma la nueva comunidad humana; ha de descubrir también que es el Hijo de Dios, la presencia del Padre entre los hombres.
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