Primera Lectura:
Hechos 16,22-34
22 La multitud se amotinó
contra ellos y los magistrados dieron orden de que les quitaran la ropa y los
apalearan;
23 después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, mandando al carcelero que los pusiera a buen recaudo.
24 Él, recibida esta orden, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies al cepo.
23 después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, mandando al carcelero que los pusiera a buen recaudo.
24 Él, recibida esta orden, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies al cepo.
25 A eso de media noche, Pablo
y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los otros presos escuchaban.
26 De repente se produjo un temblor de tierra tan violento que sacudió los cimientos de la prisión; se abrieron de golpe todas las puertas y a todos se les soltaron las cadenas.
27 El carcelero se despertó, y al ver las puertas de la cárcel abiertas de par en par, tiró de machete para suicidarse, pensando que los presos se habían fugado.
28 Pablo le dijo a voz en grito:
- No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí.
29 Pidió una lámpara, saltó dentro y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas,
30 los sacó fuera y les preguntó:
- Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?
31 Le contestaron:
- Cree en el Señor Jesús y os salvaréis tú y tu familia.
32 Y le expusieron el mensaje del Señor, a él y a todos los de su casa.
33 El carcelero se los llevó consigo a aquellas horas de la noche, les lavó las heridas y se bautizó sin tardar con todos los suyos;
34 luego los subió a su casa, preparó la mesa y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.
26 De repente se produjo un temblor de tierra tan violento que sacudió los cimientos de la prisión; se abrieron de golpe todas las puertas y a todos se les soltaron las cadenas.
27 El carcelero se despertó, y al ver las puertas de la cárcel abiertas de par en par, tiró de machete para suicidarse, pensando que los presos se habían fugado.
28 Pablo le dijo a voz en grito:
- No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí.
29 Pidió una lámpara, saltó dentro y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas,
30 los sacó fuera y les preguntó:
- Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?
31 Le contestaron:
- Cree en el Señor Jesús y os salvaréis tú y tu familia.
32 Y le expusieron el mensaje del Señor, a él y a todos los de su casa.
33 El carcelero se los llevó consigo a aquellas horas de la noche, les lavó las heridas y se bautizó sin tardar con todos los suyos;
34 luego los subió a su casa, preparó la mesa y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.
EXPLICACIÓN.
La multitud se solidariza con la acusación
de los dueños; la actitud judaizante de Pablo exaspera a los paganos; castigo y
prisión (22-24). La "mazmorra" (lit. "la prisión más
interior/profunda") simboliza la mentalidad projudía que atenaza a los
misioneros (24b, cf. 12,4.6).
La escena ha sido construida en paralelo con la del endemoniado de Gergesa (Lc
8,26-39), a fin de contrastar el comportamiento de Jesús hacia el hombre
esclavizado por la sociedad pagana con el de Pablo hacia la mujer explotada por
sus dueños: 1) ambos se hallan en territorio pagano; 2) en ambas escenas sale
al encuentro un personaje simbólico masculino/femenino poseído por un espíritu
demoníaco/adivino; 3) ambos conminan al espíritu a salir del hombre/de la
esclava; 4) el espíritu demoníaco se resistió, molesto por la injerencia de
Jesús, y gritó/Pablo, irritado por el grito revelador de la esclava
clarividente, lo expulsó, y éste salió al instante.
La escena de la cárcel constituye un
paréntesis literario (25-34) y está centrada en la conversión del carcelero
pagano. La liberación interior de Pablo y Silas tiene su origen en la actitud
abierta, de "oración y alabanza", del grupo misionero (25): Pablo,
renunciando momentáneamente a sus principios, deja de ofrecer resistencia al
designio divino (26a, cf. 2,2; 4,31), y una vez liberado (26b, cf. 12,7-10),
accede a la petición formulada por el carcelero (30), no imponiéndole más
condición para ser cristiano que la fe en Jesús como Señor (31). Se crea así en
Filipos una comunidad de origen pagano: bautismo y eucaristía (32-34).
Salmo
Responsorial: 138
(137)
1Te doy gracias
de todo corazón;
frente a los
dioses tañeré para ti,
2Me postraré
hacia tu santuario,
Dando gracias a
tu nombre,
Por tu lealtad
y tu fidelidad;
3Cuando te
llamé me respondiste,
has removido el
vigor de mi aliento.
7by tu diestra
me salva.
8El Señor me
completará sus favores.
Tu lealtad,
Señor, es eterna,
no abandones la
obra de tus manos.
EXPLICACIÓN.
138,1. “De todo
corazón”: la frase convencional suena sincera en una situación de liberación
reciente. “Frente a los dioses”: no la corte celeste, sino los extranjeros,
quizá los de Babilonia: véase Éx 20,3 con otra formulación.
138,2 La primera
frase procede del Sal 5,8. El “templo” es centro de orientación y define la
posición del orante: 1Re 8,31.33.38.44.48. La última frase es dudosa: corrijo
como otros “nombre” en “cielos”.
138,3.
Manteniendo el texto hebreo, Dios incita al hombre internamente y le da fuerza:
compárese con Esd 1,5.
138,8. Este
verso es lo mejor del salmo y una de las jaculatorias más bellas del salterio.
El primer verbo hebreo significa “completar”, llevar a término, y su sinónimo
es “no abandonar”, no dejar a medio hacer. Entre ambos sinónimos,
sustentándolos, se establece la “misericordia eterna” del Señor. Si es eterna,
no puede fallar, hará su tarea hasta el final. Lo ya hecho es garantía de lo
que falta.
Transposición
cristiana.
El último verso
tiene una aplicación egregia a la vida cristiana: tensa entre una salvación
otorgada y una salvación por culminar. Muy semejante suena Flp 1,6.
Evangelio:
Juan 16,5-11
5. Ahora, en cambio, me marcho con el que
me envió pero ninguno de vosotros me pregunta adónde me marcho.
6. Eso sí, lo que os he dicho os ha llenado de tristeza.
7. Sin embargo, es verdad lo que os digo: os conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el valedor no vendrá con vosotros. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
8. Cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevo razón y que se ha dado sentencia.
9. Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión;
10. luego, que llego razón, y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme;
11. por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe del orden este ya está condenado.
6. Eso sí, lo que os he dicho os ha llenado de tristeza.
7. Sin embargo, es verdad lo que os digo: os conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el valedor no vendrá con vosotros. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
8. Cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevo razón y que se ha dado sentencia.
9. Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión;
10. luego, que llego razón, y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme;
11. por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe del orden este ya está condenado.
EXPLICACIÓN.
Los discípulos siguen sin comprender la
muerte como ida al Padre (5). No piden explicaciones, que consideran superfluas,
pero se llenan de tristeza al pensar en la separación (6), que ellos
interpretan como desamparo (cf. 14,18). Sin Jesús, se sienten indefensos ante
el mundo.
Para Jesús, la presencia y ayuda del Espíritu hará más bien a los discípulos
que su propia presencia corporal (7). Pero para comunicar el Espíritu tiene que
dar antes la prueba última y radical de su amor por el hombre. Mientras se
apoyen en la presencia física de Jesús, los discípulos no aprenderán a tomar su
plena responsabilidad ni tendrán la autonomía propia del que obra por
convicción interior. Les conviene que se marche, para actuar por sí mismos bajo
el impulso del Espíritu.
El sistema injusto se ha erigido en juez de Jesús y lo ha condenado como a un
criminal. El Espíritu va a reabrir el proceso para pronunciar la sentencia
contraria (8). Los que se hicieron jueces son los culpables; el condenado tenía
razón y, en consecuencia, el sistema que se atrevió a cometer semejante
injusticia está condenado por Dios.
El mundo designa aquí al círculo dirigente que condenó a Jesús. Su pecado (9)
es “el pecado del mundo” (1,30), que consiste en impedir, reprimir o suprimir
la vida, impidiendo la realización del proyecto creador (1,10); ha alcanzado su
máxima expresión en el rechazo de Jesús (15,22).
La prueba de que Jesús tenía razón será la acogida del Padre (10), de la que la
comunidad tendrá plena conciencia a través de la experiencia del Espíritu que
de él va a recibir (15,26). El Padre va a refrendar toda la obra de Jesús; al
acogerlo, Dios se constituye en juez e invierte el juicio dado por el mundo. Al
marcharse con el Padre, Jesús dejará de estar presente como antes.
El orden injusto va a considerarse más seguro por la muerte de Jesús, pero la
comunidad experimentará que ese mundo está juzgado y que Dios está contra él
(11). El jefe del orden este (12,31; 14,30) encarna al círculo dirigente,
considerado como un todo único, con plena unanimidad de objetivos.
SÍNTESIS.El vigor y la seguridad que la comunidad recibe de la acción del Espíritu se transmite a la misión. Grave peligro para las comunidades cristianas es querer dividir a Jesús, siguiendo, o bien a un Jesús hombre de acción, que sólo ha dejado su ejemplo, o bien a un Jesús glorioso, despegado de su existencia terrena. Jesús no es sólo ejemplo del pasado, sino, también y sobre todo, el salvador presente; pero tampoco es sólo objeto de contemplación y gozo, sino Mesías a quien seguir y en cuya obra hay que colaborar.
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