viernes, marzo 02, 2012

Jueves 29 de marzo del 2012. Jn 8,51-59.

51. Pues sí, os lo aseguro: Quien cumpla mi mensaje, no sabrá nunca lo que es morir.
52. Replicaron entonces los dirigentes:
-Ahora estamos seguros de que estás loco. Abrahán murió y los profetas también, ¿y tú sales diciendo que quien cumpla tu mensaje no probará nunca la muerte?
53. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser?
54. Repuso Jesús:
-Si yo mismo me procurase gloria, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me la procura, el que vosotros decís que es vuestro Dios,
55. aunque nunca lo habéis conocido. Yo, en cambio, sé quién es y, si negase saberlo, sería un mentiroso parecido a vosotros. Pero sé quién es y cumplo su mensaje.
56. Abrahán, vuestro padre, saltó de gozo por que iba a ver este día mío, lo vio y se llenó de alegría.
57. Los dirigentes le replicaron:
-¿No tienes todavía cincuenta años y has visto a Abrahán en persona?
58. Les contestó Jesús:
-Pues sí, os lo aseguro: Desde antes que existiera Abrahán, soy yo lo que soy.
59. Cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó saliendo del templo.


EXPLICACIÓN.

A los que lo quieren matar quiere atraerlos a la vida. La actividad a favor del hombre (Quien cumpla mi mensaje) (51), a la que lleva el Espíritu, es fuente de vida, hasta el punto de excluir toda experiencia de muerte. Ésa no existe para el que sigue a Jesús. La muerte física no interrumpe la vida ni es una experiencia de destrucción. La vida que Jesús comunica no conoce fin (3,16; 4,34; 5,21).
No responden a la invitación, continúan oponiéndose a Jesús (52). Piensan haber encontrado la prueba final de su locura. Han muerto hasta los hombres más cercanos a Dios (Abrahán y los profetas; cf. Zac 1,5). Insisten en la idea de la muerte inevitable (53). Le preguntan de nuevo por su identidad; no piensan por un momento que sea el Mesías. Jesús no pretende arrogarse títulos (54); le basta el amor/gloria del Padre que resplandece en él. Conocer a Dios (55) significa practicar la justicia y el derecho (Jr 22,15b-17; Os 4, 1-2); nunca lo han practicado. Jesús sabe que Dios es el Padre cuyo designio es comunicar vida al hombre. Se distancia de nuevo de los israelitas (Abrahán, vuestro padre) (56); no quiere particularismos; no reconoce más Padre que Dios. Se pensaba que, cuando Dios hizo la alianza con Abrahán, le había revelado el lejano futuro, que podía incluir los días del Mesías. Jesús es superior a Abrahán por ser el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo.
Abrahán se alegró al ver este futuro; ellos se enfurecen con Jesús: no son hijos de Abrahán. No entienden la alusión mesiánica y responden con el sarcasmo (57). A los cincuenta años terminaba la vida activa. Cambian la perspectiva: no preguntan si Abrahán vio el día de Jesús/el Mesías, sino si Jesús ha visto a Abrahán. Declaración solemne (58). No se detiene en la cuestión que ellos proponen, su afirmación es más genérica y también toma pie de las opiniones del tiempo sobre el Mesías. Se afirmaba que, desde antes de la creación, Dios había concebido el proyecto de Israel, la Ley y el Mesías (cf. Sal 72,17). Jesús, el Mesías, fue siempre un determinante de la historia, pues en él había de brillar la gloria/amor de Dios (17,1) y realizarse su proyecto (1,14).
No pueden tolerar que se haga superior a Abrahán (59). Los que buscaban su muerte (7,1) se aprestan a ejecutarla (cf. Éx 17, 1-7): son hijos legítimos del asesino (8,44). Jesús vuelve a la clandestinidad (cf. 7,10.14). La gloria de Dios se aleja del templo, dejándolo vacío (Ez 10,18).
SÍNTESIS.
La experiencia de Dios como Padre, obtenida por la práctica del amor fiel, inaugura un nuevo sistema de relaciones. Ella descubre al hombre la verdad de Dios, el Padre que por amor le comunica incesantemente su propia vida; la verdad sobre sí mismo y los demás hombres, objeto del amor incondicional de Dios y llamados a ser hijos suyos, alcanzando una plenitud igual a la de Jesús. Quien no tiene experiencia de Dios como Padre, lo concibe como un Dios de poder que somete al hombre.
El sistema opresor tiene como dios el poder del dinero. Se encarna en un círculo de poder y se justifica mediante una ideología (la mentira, la tiniebla) que propone sus principios: la inviolabilidad del poder y la necesidad de la correlativa sumisión. Su acción es la opresión y la muerte para el hombre. Quien acepta esa ideología (el pecado) se hace esclavo.

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