lunes, julio 01, 2013

LECTURAS DEL LUNES 29 DE JULIO DEL 2013.

PRIMERA LECTURA. Éxodo 32,15-24.30-34.

Castigo.

 15Moisés se volvió y bajó del monte con las dos losas de la alianza en la mano. Las losas estaban escritas por ambos lados, por delante y por detrás; 16eran hechura de Dios y la escritura era escritura de Dios grabada en las losas.
17Al oír Josué el griterío del pueblo, dijo a Moisés:
-Se oyen gritos de guerra en el campamento.
18Contestó él:
-No es grito de victoria, no es grito de derrota, que son cantos lo que oigo.
19Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, enfurecido, tiró las losas y las rompió al pie del monte. 20Después agarró el becerro que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó en agua, haciéndoselo beber a los israelitas.
21Moisés dijo a Aarón:
-¿Qué te ha hecho este pueblo para que le acarreases tan enorme pecado?
22Contestó Aarón:
23-No te irrites, señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: "Haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado". 24Yo les dije: "Quien tenga oro que se desprenda de él y me lo dé". Yo lo eché al fuego y salió este becerro.

Intercesión.

30 Al día siguiente Moisés dijo al pueblo:
-Habéis cometido un pecado gravísimo; pero ahora subiré al Señor a ver si puedo expiar vuestro pecado.
31Volvió, pues, Moisés al Señor y le dijo:
-Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo haciéndose dioses de oro. 32Pero ahora, o perdonas su pecado o me borras de tu registro.
33El Señor respondió:
34-Al que haya pecado contra mí lo borraré del libro. Ahora ve y guía a tu pueblo al sitio que te dije: mi ángel irá delante de ti. Y cuando llegue el día de la cuenta, les pediré cuentas de su pecado.

Explicación.

32,15-16 Es enfática en este puesto la atribución al Señor de todo: él fabrica las losas, escribe en ellas, las entrega. Como si dijéramos en nuestra terminología: "de su puño y letra". Moisés baja cargado con una huella lapidaria del Señor.

32,17-18 La ignorancia de Josué es recurso narrativo para subrayar la información directa de Moisés.

32,19 El gesto simboliza la ruptura de la alianza.

32,20 El becerro muestra su impotencia frente a la ira de Moisés: lo que fue hecho es deshecho. y se convierte en bebida de maldición, que penetra en los cuerpos de los culpables, para denunciar la culpa y castigarla (una analogía en Nm 5,23-28). Véase una versión con variantes en Dt 9,15-21.

32,21-24 El interrogatorio de Aaron contrasta con la oración precedente de Moisés. El sacerdote culpable se desentiende del pueblo "perverso", le carga toda la culpa. Y da una versión falsa, se diría mágica, de la fabricación. Quizá contenga estos versos una polémica contra sacerdotes aarónidas.

32,30-34 La nueva intercesión se presenta como expiación. En vez de una víctima, Moisés ofrece su solidaridad. Al ser borrado del registro, es entregado a la muerte (Sal 69,29). Pero la responsabilidad es personal (según la doctrina de Ez 18): el castigo queda diferido y pendiente. A Moisés le toca continuar la gran marcha hacia la tierra prometida: cuenta con la guía del "ángel del Señor" que actuó en el paso del Mar Rojo (Éx 14,19).

30,32 Rom 9,3.

32,34 Éx 23,20.

SALMO. 106,19-23.

19En Horeb fabricaron un becerro
y adoraron un ídolo de fundición.
20Cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba.
21Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
22m ara villas en el país de Cam,
portentos junto al Mar Rojo.
23Hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se plantó en la brecha frente a él
para apartar su cólera del exterminio. 

Explicación.

 
106,19-21 Cuarto pecado: el becerro de oro (Ex 32). El salmista lo atribuye al olvido: no hay tal olvido en el relato del Ex, antes una mención explícita (Ex 32,4). Cambia, además, el sentido del pecado. Según Ex era representar a Yhwh en imagen; según el salmo fue sustituir la Gloria sin imagen por la imagen de un "herbívoro" (despectivo). La intercesión de Moisés (Ex 32,11-14) la llama "ponerse a la brecha". El delito ha abierto una brecha en el campamento, en la muralla espiritual del pueblo; por ella va a abalanzarse la ira aniquiladora del Señor. Moisés se planta y cierra el paso a la cólera: véase Ez 13,5.

EVANGELIO. Juan 11,19-27 ó Lucas 10,38-42.

JUAN.

 Jesús y Marta: La resurrección y la vida (11, 18-27)

19. y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano.
20. Al enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la casa).
21. Dijo Marta a Jesús:
- Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano;
22. pero, incluso ahora, sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará.
23. Jesús le dijo:
-Tu hermano resucitará.
24. Respondió Marta:
- Ya sé que resucitará en la resurrección del último día.
25. Le dijo Jesús:
-Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque muera, vivirá,
26. pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto?
27. Ella le contestó:
-Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.


EXPLICACIÓN.

19-27. Betania es el lugar figurado de la comunidad de Jesús y se ha colocado hasta ahora más allá del Jordán (1,28; 10,40); esta otra Betania, sin embargo, está muy cerca de Jerusalén (18); la comunidad representada por los tres hermanos se encuentra dentro del territorio de Israel, es decir, aunque ha dado la adhesión a Jesús, no ha roto con la institución y modo de pensar judíos; de ahí nacen las falsas concepciones sobre la muerte y la resurrección y sobre la obra del Mesías.

Los judíos presentes en Betania (19) pertenecen a la institución enemiga de Jesús; sin embargo, dan muestras de amistad a esta comunidad de discípulos; no han visto en ellos una ruptura semejante a la de su Maestro.

El movimiento de Marta, cuyas creencias representan a las de la comunidad, responde al acercamiento de Jesús (20) que llega, aunque él no entra en la casa donde se expresa la solidaridad con la muerte. La frase de Marta (21) insinúa un reproche; ella cree que la muerte de su hermano ha interrumpido su vida. Esperaba una curación, sin darse cuenta de que la vida que Jesús les ha comunicado ha curado ya el mal radical del hombre: su esclavitud a la muerte. Primera de las cosas que sabe Marta (22; cf. 24), ambas por debajo del nivel de fe propio del discípulo: ve en Jesús un mediador infalible ante Dios, no comprende que Jesús y el Padre son uno (10,30) y que las obras de Jesús son las del Padre (10, 32.37). Espera una intervención taumatúrgica de Jesús, como la del profeta Eliseo (2 Re 4,8ss).

Jesús responde restituyendo la esperanza (23): la muerte de Lázaro no es definitiva; no atribuye la resurrección a una nueva acción suya personal, pues significa la persistencia de la vida comunicada con el Espíritu que efundirá en su muerte (6,39s). Marta interpreta las palabras de Jesús según la creencia farisea (24). Las palabras de Marta delatan una decepción (ya sé); ha oído lo mismo muchas veces. Para ella, como para los judíos, el último día está lejos; no comprende la novedad de Jesús.

Jesús no viene a suprimir o retrasar indefinidamente la muerte física, sino a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone (5,26), su mismo Espíritu. En la frase de Jesús (25: yo soy la resurrección y la vida) el primer término depende del segundo: es la resurrección por ser la vida (14,6). La vida que él comunica, al encontrarse con la muerte, la supera; a esto se llama resurrección; no está reglada a un futuro, porque Jesús, que es la vida, está presente.

Para que la realidad de vida invencible que es Jesús llegue al hombre se requiere la adhesión, a la que él responde con el don del Espíritu, nuevo nacimiento a una vida nueva y permanente (3,3s; cf. 5,24). Expone Jesús (26) el principio que funda la afirmación anterior (cf. 8,51): para el discípulo, la muerte física no tiene realidad de muerte; la muerte, de hecho, no existe. Ésta es la fe que Jesús espera de Marta (¿Crees esto?). Marta responde con la perfecta profesión de fe cristiana (20,31); ya no es el Profeta (6,14), sino el Hijo de Dios, igual al Padre.

SÍNTESIS.

Se inaugura la etapa última y definitiva de la creación: para el que ha recibido el Espíritu de Dios no hay interrupción de vida, la muerte es sólo una necesidad física.

LUCAS.

38 Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras.
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
- Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41 Pero el Señor le contestó:
- Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas:
42 sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.


EXPLICACIÓN.
B. Los dos grupos de seguidores. 38-42. Cambia el escenario: "una aldea" (reducto cerrado); temática: la verdadera acogida del mensaje. Paralelo con la "aldea" samaritana de 9,52 (38: también él entró en una aldea). En la escena no aparecen los discípulos. La doble mención de el Señor (39.40) saca a esta perícopa del plano histórico para ponerla en el paradigmático, mirando a las comunidades del tiempo de Lc.

Dos hermanas, figuras de los dos grupos de discípulos: Marta, de los que proceden del judaísmo/los Doce (9,1); María, de los Setenta (10,1). Marta, la comunidad judeocreyente, recibe a Jesús, pero sin aprender de él (38); María, la comunidad samaritana o no judía, queda en segundo plano, pero es la que le da plena acogida. A los pies del Señor (39), alusión a la pecadora (7,38.44-46).

Marta quiere arrastrar a su hermana a su dispersa actividad sin mensaje, inútil (múltiples tareas = observancia legal); el deseo de Marta corresponde al expresado antes por Juan en nombre de los Doce: imponer su modo de seguimiento a los que no pertenecen a ese grupo (9,49s) (40). Preocupaciones que ahogan el mensaje (8,14) (41). Una sola cosa (42: cf. 12,31; 18,22): el reinado de Dios, nueva tierra prometida, es la mejor parte, en comparación con la antigua tierra (Sal 16,5s; 73,26; 119,57; 142,6), el reino de Israel al que aún aspiran los Doce.

Samaría, que por su idolatría había perdido su herencia en Israel encuentra ahora su parte de la herencia en Jesús. El Israel mesiánico, que no escucha el mensaje, quiere conservar como herencia la antigua tierra prometida. Una temática paralela se encuentra en 18,15-17.

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