viernes, marzo 01, 2019

LECTURAS DEL LUNES 4 DE MARZO DEL 2019

Primera Lectura. Eclesiástico 17,20-24

20no se le ocultan sus injusticias,
todos sus pecados están a su vista.
21(El Señor, que es bueno y conoce a su criatura,
no los rechaza ni abandona, sino que los perdona). 
22El Señor guarda, como sello suyo, la limosna del hombre, 
y su caridad, como la niña del ojo.
23Después se levantará para retribuirlas
y hará recaer sobre ellos lo que merecen.
24A los que se arrepienten los deja volver
y reanima a los que pierden la paciencia. 
Explicación.
17,15-23 El texto resulta desordenado. Una pista recta habla de Dios que ve, castiga y premia (15.19.20.22.23); una pista oblicua, probable adición que anticipa la sección de 18,8-14, habla del Dios que comprende y perdona, al hombre por su debilidad (16.21), a Israel por la elección (17-18).
17,21 Magnífico desarrollo en el salmo 103.
17,22 La retribución incluye también el premiar. El sello iba montado en el anillo; era valioso por su significado personal exclusivo, por su poder de marcar y autorizar una propiedad o un decreto: Gn 38,18; 1 Re 21,8; Jr 22,24. Más estimada y personal es "la niña del ojo" Dt 32,10; Sal 17,8.
17,23 "Levantarse" es gesto judicial para pronunciar sentencia: Sal 74,22; 76,10; 82,8.
17,24-29 Consecuencia de todo lo dicho sobre la conducta de Dios es para el hombre convertirse antes de que llegue la muerte y sea tarde. El destino del hombre, que es alabar a Dios (17,8-10) se frustra en el Seol o Abismo: Is 38,18s; Sal 30,10; 115,18 etc. Están bien distinguidos con palabras diversas el "arrepentimiento", metanoeo, y la "conversión" o vuelta, apo/epi-strepho. Quien se ha alejado debe volver. Léase un buen desarrollo del tema en Jr 2,1-4,4. "Injusticia e idolatría" representan las dos tablas.

Salmo. 32,1-2.5-7


1 ¡Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han enterrado su pecado!
2 ¡Dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito
y cuya conciencia no queda turbia!


5 Te declaré mi pecado,
no te encubrí mi delito;
propuse confesarme
de mis delitos al Señor;
y tú perdonaste
mi culpa y mi pecado.
6 Por eso, que todo fiel te suplique, [...]
y la avenida de aguas torrenciales
no la alcanzará.
7 Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
cuando grito ¡socorro!, me rodeas.


Explicación.

32,1-2 El salmo 1 exaltaba la dicha de no pecar; éste la de sentirse perdonado. para los humanos, aun los "fieles", quizá cuente más lo segundo. El pecado lleva tres nombres corrientes; también el perdón tiene tres verbos. Es común nsa´; cubrir se lee también en Sal 85,3; Neh 3,37 (nosotros decimos "correr un velo"); no apuntar pertenece al lenguaje comercial. No hay que suprimir la última frase: ruh es la conciencia, remiya es el engaño ajeno y propio.


32,5 En tres versos breves se aprieta el tiempo de confesión y perdón. Se repiten los tres términos del pecado de 1-2, el primer verbo de perdonar; y se repite "cubrir", con nuevo significado al cambiar el sujeto. El hombre des-cubre su pecado al confesarlo, Dios lo cubre al perdonarlo.

32,6 Empiezan a divergir las explicaciones: "a la hora de hallar (a Dios), cierto, la inundación...", "en la hora / cuando lo alcance la tribulación". Mi solución se apoya en la doble redundancia en 6 y 9, en el principio del paralelismo aun a distancia, en los pronombres personales.
La inundación o avenida, real o metafórica, es conocida: Is 28,3.15.17s; Ez 13,11.13; Sal 69,3.16.

32,7 También es dudoso "grito: ¡Socorro!". Alternativa: "clamor de liberación".



TRANSPOSICIÓN CRISTIANA.

Pablo cita los primeros versos en Rom 4,7s como ejemplo de salvación gratuita de Dios; y como el salmo habla de "hombre", el principio vale para cualquiera. Sobre la confesión compárese con 1 Jn 1,8.


Evangelio. Marcos 10.17-27

El hombre rico (Mt 19,16-22; Lc 18,18-23) 

17Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó:
-Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
18Jesús le contestó:
-¿Por qué me llamas insigne? Insigne como Dios, ninguno. 19Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des  falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre.
20ÉI le declaró:
-Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven:
21Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole:
-Una cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme.
22 A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones.

Los discípulos y la riqueza (Mt 19,23-30; Lc 18,24-30) 

23Jesús, paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos:
-¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero!
24 Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús insistió:
-Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en la riqueza! 25Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.
26Ellos comentaban, enormemente impresionados:
-Entonces, ¿quién puede subsistir?
27Jesús se les quedó mirando y les dijo:
-Humanamente, imposible, pero no con Dios; porque con Dios todo es posible.

Explicación.

(10,17-22): La riqueza, obstáculo para seguir a Jesús. Un hombre angustiado busca solución para el problema crucial: superar la muerte. Reconoce en Jesús un saber superior (Maestro insigne) (17). En este asunto, los judíos han tenido al mejor de los maestros, Dios (18). Condición mínima para obtener vida definitiva: no ser personalmente injusto. De los diez mandamientos, Jesús omite los tres primeros, cita solamente los éticos, los que se refieren al prójimo. Mc añade no defraudes, no privar a otro de lo que se le debe. Invierte el orden (el cuarto, al final): la obligación para con la familia no exime de la obligación para con la humanidad (19). Fidelidad de aquel hombre (20). Le demostró su amor invitándolo a incorporarse al grupo de discípulos; una cosa te falta: acoger el reinado de Dios como un chiquillo (10,15), abandonando la riqueza (8,34: «reniegue de sí mismo») para hacerse último y servidor de todos (9,35). Aunque personalmente no es injusto, está implicado, por su riqueza, en la injusticia de la sociedad. Para construir el reino de Dios (la sociedad nueva) no basta ser justo personalmente, hay que eliminar la base de la injusticia, la desigualdad y la dependencia creadas por la acumulación de riqueza. Dar a los pobres, sin esperanza de recuperarlo; tendrás en Dios tu riqueza (lit. «tendrás un tesoro en el cielo») se refiere a 1 O, 14: «tienen a Dios por rey»: renunciando a la seguridad del capital se obtiene la que procura el cuidado de Dios por los suyos. El hombre, atado por su apego a la riqueza (22).

(23-27): Desconcierto de los discípulos: piensan que en el reino de Dios (la nueva sociedad) continúan existiendo la riqueza individual y la dependencia que ésta crea (cf. 6,36s). (24: Para los que confían en la riqueza, frase muy bien atestiguada y requerida por el v. 25). Insistencia de Jesús (23-24). Ellos se preguntan si es posible la subsistencia sin el apoyo de la riqueza material de algunos del grupo (subsistir, gr. sóthenai, escapar de un peligro, aquí el de la indigencia; vse. en 8,35 los dos sentidos de «salvar su vida») (26). La subsistencia es posible con la entrega y solidaridad que produce el reinado de Dios (27). 

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