jueves, febrero 01, 2018

LECTURAS DEL DOMINGO 25 DE FEBRERO DEL 2018.


PRIMERA LECTURA. Génesis 22,1-2.9-13.15-18.

1Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán, diciéndole:
-¡Abrahán!
Respondió:
-Aquí me tienes.
2Dios le dijo:
-Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrecémelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.
9Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; 11pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
-¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó:
-Aqauí estoy.
12Dios le ordenó:
-No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ya he comprobado que respetas a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu único hijo.
13Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Abrahán se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
15Desde el cielo, el ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán:
16-Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber obrado así, por no haberte reservado tu hijo, tú hijo único, 17te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. 18Todos los pueblos del mundo se bendecirán nombrando a tu descendencia, porque me has obedecido.

Explicación.

22,1 La intervención de Dios, al principio y al final, es el marco que abarca e ilumina el desarrollo. La ignorancia del protagonista es parte de la prueba; la no ignorancia del lector respecto a Abrahán o de éste respecto al hijo es fuente de ironía dramática: el diálogo se carga de doble sentido.

22,1-19 Leído a la luz de la historia de las religiones, este capítulo registraría el descubrimiento de que Dios ya no quiere sacrificios humanos. El tema está bien presente en el AT: Lv 18,21; Dt 12,31; 2 Re 3,27; 16,3; 17,31; 21,6; Jr 7,31; 32,35; Ez 16,20; 20,25; Sal 107,38; Sab 14,23.

              El autor define el relato "una prueba": el hombre se enfrenta con una situación que lo obliga a reaccionar libremente. No muestra lo que ya es, sino que se hace y al hacerse se muestra (Dt 8,3-6). Al superar la prueba, es otro. Por la prueba se comprueba. La prueba de Abrahán no es simplemente el sacrificio de un hijo, sino de tal hijo. Isaac es don particular de Dios, prueba de su amor omnipotente; es la promesa cumplida, o palabra hecha carne y hueso. El viejo patriarca tiene que sacrificar un hijo que ama y una promesa cumplida que reconoce; y tiene que seguir creyendo y esperando. Tiene que sacrificar una experiencia e idea adquirida de Dios, para abrirse a otra nueva a través del misterio. Levantado el cuchillo sobre su hijo, el que había cortado con el pasado saliendo de su patria, va a cortar el futuro que se contiene en Isaac.

             El relato es modelo de contención y economía, sugiere más que dice; el ritmo se retarda o acelera eficazmente; los silencios de los personajes pesan más que las palabras.

             Llegará un día en que Dios aceptará el sacrificio humano, como expresión de su amor al hombre y para salvarlo. En prenda de amor, el Padre no se reserva a su Hijo único, sino que lo entrega para la salvación del mundo (Jn 3,16; Rom 8,32). La tradición unánime de la Iglesia ha visto en Isaac un tipo de Cristo.

22,2 Son enfáticas las palabras de Dios. Moria: lugar desconocido que 2 Cr 3,1 identifica con Jerusalén. Una tradición posterior lo identifica con el calvario. El sacrificio será al estilo del holocausto: se mata la víctima y se la deja consumir en el fuego. Lv 18,21.

22,9 Por este verbo "atar" llaman los judíos al episodio la ´aqeda o atadura. El narrador implica que el muchacho no opone resistencia.

22,13 "En lugar del hijo": como en el rescate de primogénitos (Éx 12,13-15).

22,15-18 Renovación de las promesas divinas del cap 12 y 15, con una adición de tono militar en el v.17; posible alusión a la ocupación de Palestina o a la conquista de Jerusalén por David.

22,16 Heb 6,13.

SALMO. 116,10.15-19.

10¡Yo creía!, cuando decía: 
qué desgraciado soy. 

15EI Señor hace pagar cara
la muerte de sus leales. 
16 ¡Favor, Señor, que soy tu siervo! 
siervo tuyo, hijo de tu esclava. 
iRompiste mis coyundas!
17Te ofreceré un sacrificio
de acción de gracias. 
invocando el nombre del Señor 
18y cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo. 
19en los atrios de la casa del Señor, 
en medio de ti, Jerusalén. Aleluya.

Explicación.

116,10-11 Retorna a la situación pretérita de aflicción y desconcierto. Uno de esos momentos en que el hombre procede "precipitadamente", sin serenidad ni lucidez (48,6). En aquel momento el orante descubrió o comprobó que el hombre no es de fiar, no ofrece garantía, y confió en Dios: Is 2,22; Jr 17,5; Sal 60,13. No se trata de una mendacidad congénita, sino de su invalidez ontológica. 


116,15 Nosotros decimos "vendió cara su vida". El orante piensa en Dios como dueño y tasador. La tasa de Dios es muy alta, si se trata de sus leales. Véase la legislación: Ex 21,29s; también Sal 30,10.
116,16 Desarrolla en clave jurídica la imagen de "siervo" del Señor: quien nace de una esclava es esclavo de nacimiento (Ex 21,4). La manumisión se usa como imagen de la liberación.
116,17 -18 Repite el estribillo cambiando copa por sacrificio de acción de gracias.
116,19 Llama la atención que el orante se dirija a Jerusalén en segunda persona, como a una persona querida. Este detalle abre el salmo a una lectura comunitaria: el orante representa al pueblo desterrado y repatriado.

Transposición cristiana.

Rom 3,4 cita 11b desplazando ligeramente el sentido. 2 Cor 4,13 cita 10a adaptando el sentido. Sobre el precio de la vida, Rom 8,20. Sobre la copa, 1 Cor 10,16.   

SEGUNDA LECTURA. Romanos 8,31-34.

31¿Cabe decir más? Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra? 32Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo? 33¿Quién será el fiscal de los elegidos de Dios? Dios, el que perdona. Y 34¿a quién tocará condenarlos? Al Mesías Jesús, el que murió, o, mejor dicho, resucitó, el mismo que está a la derecha de Dios, el mismo que intercede en favor nuestro. 

Explicación.

Ninguna intranquilidad para el cristiano, sobre él no pesa condena alguna (cf. 8,1). Dios, el ofendido, no acusa; Jesús Mesías, el presunto juez, se hace abogado defensor. En Dios no hay aspectos negativos. Él no sólo da la victoria sobre el pecado, sino también la posibilidad de superar los obstáculos externos. Tampoco los determinismos cósmicos (ángeles, soberanías) se imponen al hombre. No se excluye el esfuerzo, pero no hay temor al fracaso.  


EVANGELIO. Marcos 9,2-10.

2 A los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos, y se transfiguró delante de ellos: 3sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de blanquear.
4Se les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús. 5Reaccionó Pedro diciéndole a Jesús:
-Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 
6Es que no sabía cómo reaccionar, porque estaban aterrados.
7Se formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la nube:
-Éste es mi Hijo, el amado: escuchadlo.
8Y, de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9Mientras bajaban del monte les advirtió que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hombre resucitase de la muerte. 10Ellos se atuvieron a este aviso, aunque discutían entre sí qué significaba aquel «resucitar de la muerte». 

EXPLICACIÓN.

Ante la resistencia manifestada por Pedro (8,32), muestra Jesús a los tres discípulos más recalcitrantes (3,16s, sobrenombres; cf. 5,37) el estado final del Hombre, que, con su entrega, ha superado la muerte (cf. 8,31.35). El monte alto, lugar de una importante (altura) manifestación divina; aparte, incomprensión (4,34). La escena anticipa la resurrección (2). Color blanco, imposible de obtener en este mundo, la condición divina del Hombre (cf. 16,5) (3). Elías (los profetas) con Moisés (la Ley) se aparecen a los discípulos, pero no hablan con ellos, sino con Jesús, reciben instrucciones de él (Éx 34,35): Jesús es el punto de llegada del A T; éste no tiene ya un mensaje directo para los cristianos, su validez o caducidad se juzga a partir de Jesús (4).

Rabbí, el que enseña ateniéndose a la tradición judía, sólo en boca de Pedro (9,5; 11,21) Y de Judas (14,45). Pedro quiere poner en pie de igualdad a Jesús, Moisés y Elías (tres chozas), integrando el mesianismo de Jesús en las categorías del AT: Moisés (éxodo de Egipto con muerte de los enemigos), Elías (celo reformador y violento, cf. 1 Re 18,40; 19,14ss; 2 Re 1,9-12; Eclo 48,1ss; cf. Mc 1,29-31). No interpretan su gloria como estado final, sino como inicial, para la restauración de Israel (5). Terror ante la gloria que se manifiesta en Jesús, que, por su anterior resistencia, sienten como una amenaza; la propuesta de Pedro ha intentado congraciárselo (6). Nube, la presencia divina (cf. Éx 40,34-38).

La voz manifiesta a los discípulos la identidad de Jesús (cf 1, 11) y refrenda su enseñanza: es el único a quien deben escuchar (cf. Dt 18,15.18): EI AT queda ya sin voz propia; mirando a Jesús la comunidad cristiana integra o descarta la doctrina del AT (7-8).
Los discípulos han Interpretado mal la manifestación; no deben divulgar su error. Siendo anticipo de la resurrección, sólo después de la muerte de Jesús encontrara su contexto interpretativo. Debería prepararlos para la escena de Getsemaní (14,33) (9). No comprenden la expresión resucitar de la muerte; han disociado la escena anterior de la muerte de Jesús; esperan esa gloria para su vida mortal (10).

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