martes, enero 01, 2013

MIÉRCOLES 2 DE ENERO DEL 2013.

PRIMERA LECTURA. 1 Jn 2,22-28.

22 ¿Quién es el embustero?, ¿quién sino el que niega que Jesús es el Mesías? Ese es un anticristo, el que niega que son Padre e Hijo. 23Todo el que niega al Hijo se queda también sin el Padre; quien reconoce al Hijo tiene también al Padre.
24Por vuestra parte, permanezca con vosotros lo que aprendisteis desde el principio; si eso que aprendisteis desde el principio permanece con vosotros, también vosotros permaneceréis con el Hijo y con el Padre; 25y ésa es la vida definitiva, la promesa que él nos hizo.
26Sobre los que intentan extraviaros, basta con lo escrito. 27 Además, la unción con que él os ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros. No, como esa unción suya , que es realidad, no ilusión, os va enseñando en cada circunstancia conforme a lo que él os enseñó, permanecéis con él.
28Pues ahora, hijos, seguid con él, para que, si se manifiesta, nos sintamos seguros y no tengamos que alejamos de él, avergonzados, el día de su visita.

EXPLICACIÓN.

El autor desmitifica el concepto de anticristo (22: Ése es el anticristo). Negar que Jesús-hombre es el Mesías (Ungido, Consagrado por el Espíritu) lleva consigo negar que es el Hijo de Dios (23) y que su actividad es la misma del Padre (cf. Jn 10,24.25.32.36). Se niega así la importancia de su vida histórica; quien tal hace se queda sin el verdadero Dios, el Padre, y el dios que se fabrique será un ídolo (cf. 5,21), pues es la vida y actividad de Jesús la que revela el ser de Dios (Jn 1,18; 12,45; 14,9). Que son Padre e Hijo (22), lit. «al Padre y al Hijo», refiriéndose a la relación entre ambos.

Lo que aprendisteis desde el principio es el mensaje del amor, a ejemplo de Jesús. Su práctica mantiene unidos a Jesús y al Padre, fuente de vida, y esa unión, efecto de la comunidad de Espíritu, es la vida definitiva (cf. Jn 17,3) (24-25).

El cristiano que practica el amor al prójimo posee la unción interior del Espíritu (cf. 2,20), que vivifica la enseñanza de Jesús (cf. Jn 14,26), permitiendo discernir lo verdadero de lo falso (no necesitáis otros maestros) y actuar en cada circunstancia conforme al mensaje; esto hace que el cristiano siga unido a Jesús (26-27).

Resumiendo lo dicho anteriormente, exhorta a la constancia en lo principal, la adhesión personal a Jesús (seguid unidos a él); si se manifiesta: la posible visita del Señor a la comunidad ha de identificarse con algún acontecimiento que la ponga a prueba, quizá la persecución (28); retiramos avergonzados, lit. «avergonzamos lejos/alejándonos de él»; visita, gr. parousia (sólo aquí en los escritos joaneos), que, desde el siglo II a.c., era el término usual para designar la visita de un rey o emperador a una ciudad; no hay razón para suponer que el texto hable de una llegada al fin de la historia; cf. Mc 13,26.32-37.
 Salmo 98,1-4.

(Sal 96; Is 40-55) 
 

1Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
2EI Señor da a conocer su victoria,
revela su justicia a la vista de los pueblos.
3Se acordó de su lealtad y fidelidad
para la Casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
4Vitorea al Señor, tierra entera,
gritad, aclamad, tañed:
 Explicación.
 
98,1 Ap 5,9; 14,3.
98,1-3 Notamos una "victoria" singular y "maravillas" plurales. La explicación está en el "recuerdo" del Señor, el cual ha sido coherente con su modo de proceder, ha mantenido su "lealtad". La acción ha sido a favor de Israel y "justa", la manifestación es universal: Israel es escenario de la actuación de Dios.
98,4-6 En la música instrumental y vocal reconoce el salmista un acto superior de alabanza. La vocal exalta la palabra, intensifica la expresión; la instrumental templa y acuerda los sonidos naturales.

EVANGELIO. Jn 1,19-28.

SECCIÓN INTRODUCTORIA. DE JUAN A JESÚS (1,19-51).

El testimonio de Juan Bautista (Mt 3,1-12; Mc 1,7-8; Lc 3,15-17)


19. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando las autoridades judías enviaron desde Jerusalén sacerdotes y clérigos a preguntarle:
-Tú, ¿Quién eres?
20. Él lo reconoció, no se negó a responder; y reconoció esto:
- Yo no soy el Mesías.
21. Le preguntaron:
- Entonces, ¿qué? Eres tú Elías?
Contestó él:
-No lo soy.
-¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-No.
22. Entonces le dijeron:
-¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Cómo te defines tú?
23. Declaró:
- Yo, una voz que grita desde el desierto: “Enderezad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías).
24. Había también enviados del grupo fariseo,
25. y le preguntaron:
- Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta?
26. Juan les respondió.
- Yo bautizo con agua; entre vosotros se ha hecho presente, aunque vosotros no sabéis quién es,
27. el que llega detrás de mí; y a ése yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias.
28. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

 
Explicación.


19-28. Testimonio de Juan, que había sido anticipado en 1,6-8. En la primera parte, la triple negación (1,19-23) desarrolla la frase de 1,8: No era él la luz. La segunda parte, sobre el que había de venir (24-38) explicita su testimonio en favor de la luz (1,7-8).

La actividad de Juan, que despierta en el pueblo el deseo de vida y plenitud (1,6), alarma a las supremas autoridades religioso-políticas (Jerusalén) (19). Preguntas: el Mesías era el salvador esperado; Elías, el precursor que había de preparar su llegada; el Profeta, el segundo Moisés (20-21). Las tres figuras encarnaban aspectos de la salvación como poseedores y transmisores del Espíritu (Is 11,2; 2 Re 2,9-15; Dt 18,15.18; cf. Nm 11,16s). Para Jn, Jesús es el único que posee y comunica el Espíritu (1,32), y en él se integran las tres figuras mencionadas. Juan Bautista es sólo una voz; su mensaje va dirigido a las autoridades, acusándolas de haber torcido el camino del Señor (Is 40,3) (22-23). Esta acusación indica la postura de Juan y el sentido que imprime a su actividad.


El grupo fariseo acusa a Juan de usurpador (25). El bautismo o inmersión en el agua era símbolo de muerte a un pasado, para comenzar una vida diferente; en el caso de Juan, simbolizaba la ruptura con la institución judía y la ideología propuesta por ella (1,5-8: la tiniebla). Suscitando en el pueblo el deseo de vida, Juan quiere emanciparlo de la sumisión a las instituciones que cierran el camino a Dios (23). Promueve, por tanto, un movimiento popular que muestra su desacuerdo con el sistema religioso.


Su bautismo no es el definitivo. El salvador está presente y él no puede tomar su puesto (1,27: desatarle la correa de las sandalias). La imagen alude a una costumbre matrimonial judía: Jesús tiene derecho preferente a ser el Esposo. Se alude a la antigua alianza, donde Dios se llamará el Esposo del pueblo (Is 54; 62; Jr 2; Ez 16; Os 2,4ss). Se establece, por tanto, una alianza nueva, una nueva relación entre Dios y los hombres; en ella, la figura que requiere la adhesión y la fidelidad de los hombres (El esposo) es Jesús, el Hombre-Dios (2,1-11) (24-27).


Betania, al otro lado del Jordán (28), fuera del territorio de Israel, será el lugar de la comunidad de Jesús (10,40-42).


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