PRIMERA LECTURA. Hechos 4,23-31.
23 En cuanto los soltaron, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los senadores.
24 Al oírlo, todos a una invocaron a Dios en voz alta:
- Dueño nuestro, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen (Éx 20,11);
25 tú dijiste por boca de tu servidor, David, nuestro padre, inspirado por el Espíritu Santo:
¿Por qué se amotinaron las naciones
y los pueblos planearon fracasos?
26 Se juntaron los reyes de la tierra
y los jefes se aliaron con un propósito común
contra el Señor y contra su Mesías (Sal 2,1s).
27 Realmente se aliaron en nuestra ciudad Herodes y Poncio Pilato con las naciones paganas y pueblos de Israel contra tu santo Servidor Jesús, tu Ungido,
28 para realizar cuanto tu designio eficaz había decretado que sucediera.
29 Ahora, Señor, fíjate cómo nos amenazan, y concede a tus siervos exponer tu mensaje con toda valentía;
30 al mismo tiempo extiende tu mano para que se realicen curaciones, señales y prodigios, cuando invoquemos a tu santo Servidor Jesús.
31 Al terminar esta súplica retembló el lugar donde estaban reunidos, se llenaron todos ellos de Espíritu Santo y se pusieron a exponer con valentía el mensaje de Dios.
EXPLICACIÓN.
23-31. La súplica de la comunidad, tras la liberación de sus representantes (23), se centra, en su parte expositiva, en la muerte de Jesús, cuya responsabilidad se atribuye a una confabulación de todos los jefes de la humanidad -tanto paganos (Pilato) como judíos (Herodes)- contra Dios y su Ungido, el Mesías (24-28). En la parte parenética piden a Dios valentía total de palabra y que confirme el mensaje con curaciones, señales y prodigios (29s).
"Retembló el lugar donde estaban reunidos": en Pentecostés el juicio escatológico anunciado por Juan (Lc 3,16) se materializó en una "ráfaga violenta de viento que llenó toda la casa" (sinónimo del templo) donde están reunidos son sacudidos como si se tratara de un terremoto. Ya no volverán a presentarse las consabidas expresiones que revelaban su apego incondicional al templo (cf. Lc 24,53; Hch 1,14.14; 2,42.46; 3,1.3.8) ni se mencionará en adelante el "propósito común" que hasta ahora albergaban (1,15; 2,1.44.47).
La efusión del Espíritu Santo sobre todos los miembros de la comunidad sin excepción da remate al proceso manifestativo de la iglesia de Jerusalén, con el consiguiente anuncio valiente del mensaje (31). Se verifica lo profetizado por Jesús (Lc 21,12-19.26).
SALMO. 2,1-9.
(Sal 110; Heb 1,2.5)
1. ¿Por qué se amotinan las naciones
y los pueblos meditan un fracaso
2. se levantan los reyes del mundo
y los príncipes conspiran juntos
contra el Señor y contra su Ungido?
3. “¡Rompamos sus coyundas,
sacudámonos su yugo!”
4. Sentado en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
5. Después les habla con ira
y con su cólera los espanta:
6. “Yo mismo he ungido a mi rey
en Sión, mi monte santo”.
7. Voy a recitar el decreto del Señor:
Me ha dicho: “Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy”.
8. Pídemelo y de daré las naciones en herencia
en propiedad los confines del mundo.
9. Los triturarás con cetro de hierro,
los desmenuzarás como cacharros de loza.
Explicación.
2.1 Adelanta el resultado contrario al pretendido: un fracaso.
2.2 Ungido es el título corriente del rey; sólo Dn 9,25 lo aplica expresamente al Mesías.
2.3 La imagen del “yugo” arranca de los yugos de madera, apoyados sobre los hombros, con que llevar cargas equilibradas. Sobre la rebeldía: Jr 2,20; 5,5; 30,8; Nah 1,13.
2.4 La risa de Dios: Sal 37,13; 59,9; trasciende la ironía de la historia.
2.6 Con énfasis la primera persona.
2.8 El soberano ofrece cumplir una petición del nuevo rey: 1 Re 3,1-15; Sal 21,5; Is 7,11.
2.9 Alternativa: “los apacentarás”, cfr, Miq 5,1-5.
EVANGELIO. Juan 3,1-8.
1. Ahora bien, había un hombre del grupo fariseo, de nombre Nicodemo, jefe entre los Judíos.
2. Éste fue a verlo de noche y le dijo:
- Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él.
3. Jesús le replicó:
- Sí, te lo aseguro: Si uno no nace de nuevo, no puede vislumbrar el reino de Dios.
4. Le objetó Nicodemo:
- ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Es que puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y nacer?
5. Repuso Jesús:
- Pues sí, te lo aseguro: Si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6. De la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu.
7. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”.
8. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, aunque no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu.
Explicación.
La segunda reacción es propia de un grupo fariseo, representado por un miembro del Consejo, Nicodemo (3,1). Como hombre de la Ley, ve en Jesús al Mesías-maestro (3,2: Rabbí), enviado por Dios para establecer su reinado por medio de la observancia de la Ley mosaica.
Jesús cambia radicalmente el planteamiento de Nicodemo. La sociedad humana alternativa que Jesús propone (3.3: el reino de Dios) no se formará por la imposición de una Ley externa, sino por la creación de un hombre nuevo. Supone una ruptura con el pasado y el comienzo de una vida de calidad diferente (nacer de agua y Espíritu = 1,13: nacer de Dios = 1,16 : recibir de su plenitud) (5). Nacer carne (6), lo débil y transitorio, en este caso el hombre no acabado; la Ley, que no cambia al hombre, lleva al fracaso. Nace espíritu, lo fuerte y definitivo, el hombre personalizado por su nueva capacidad de amar, umbral de la plenitud humana; el Espíritu transforma al hombre. El viento/Espíritu sopla donde quiere (cf Gn 2,7), el reinado de Dios no conoce fronteras, no se limitará a Israel.
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