sábado, noviembre 01, 2014

LECTURAS DEL MIÉRCOLES 19 DE NOVIEMBRE DEL 2014.

Primera Lectura. Apocalipsis 4,1-11.

1 En la visión apareció después una puerta abierta en el cielo; la voz con timbre de trompeta que me habló al principio decía: "Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder después".
2 Al momento me arrebató el Espíritu.
Había un trono en el cielo y alguien sentado en el trono.
3 El que estaba sentado en el trono parecía de jaspe y granate, y el trono irradiaba todo alrededor un halo que parecía de esmeralda.
4 En círculo, alrededor del trono, había otros veinticuatros tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro en la cabeza.
5 Del trono salen relámpagos, estampidos y truenos; ante el trono arden siete lámparas, los siete espíritus de Dios,
6 y delante se extiende una especie de mar, transparente como cristal.
En el centro, alrededor del trono, había cuatro vivientes tachonados de destellos por delante y por detrás;
7 el primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hambre y el cuarto parecía un águila en vuelo.
8 Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas (Ez 1,5-21; 10,14; Is 6,2-3), estaban tachonados de destellos por un lado y por otro. Día y noche cantan sin pausa:

-¡Santo, santo, santo es el Señor,
soberano de todo,
el que era y que es y que viene!

9 Y cada vez que los cuatro vivientes gritan:

-¡Gloria y honor y gracias
al que está sentado en el trono,
que vive por los siglos de los siglos!,

10 los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, para rendir homenaje al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono diciendo:

- 11 Tú mereces, Señor y Dios nuestro,
recibir la gloria, el honor y la fuerza
por haber creado el universo:
por designio tuyo fue creado y existe.


Explicación.

En la visión anterior se había aparecido a Juan un solo personaje, "una figura humana" (1,13), Jesús. En esta segunda visión, va a entrar en lo interior del santuario, donde está Dios (1: una puerta abierta en el cielo). Es la voz de Jesús la que lo invita a entrar (cf. 1,10). Se produce un cambio de escena; la figura central, aunque no se le dé nombre ni se la describa en detalle, es Dios mismo (3). Para explicar su visión Juan utiliza elementos del antiguo templo de Jerusalén. En éste, el santuario interior había albergado en otro tiempo el arca de la alianza, que contenía las tablas de la Ley (Éx 25,10-22) y era el trono de Dios (Is 6,1; Ez 43,7); sobre ella estaban las dos estatuas de los querubines (Ëx 25,18-20; 1 Re 6,23-28).

Juan utiliza estos y otros elementos del antiguo templo para disponer su escenario. La habitación interior del santuario pasa a ser la sala celeste del trono, donde Dios está con su corte y desde donde ejerce su reinado. Las veinticuatro familias de sacerdotes que oficiaban en el templo (1 Cr 24,3-19) quedan sustituidas por veinticuatro ancianos (4); el candelabro de siete brazos, por siete lámparas, los siete espíritus de Dios (3). El gran receptáculo de agua, llamado "el mar de bronce", que se encontraba en el patio interior del templo de Salomón (1 Re 2,23-26), reaparece transformado en una especie de mar, transparente como cristal (6). Inspirándose en la visión de Ezequiel 1, los querubines del arca se convierten en cuatro seres vivos (6), cada uno con características propias (cf. Ez 1,5-21; 10,14) (7). Como los serafines de la visión de Isaías (Is 6,25), cantan alabanzas a Dios (8).

A Dios no se le nombra; Juan describe solamente su aspecto, comparado al de piedras preciosas (jaspe y granate) y la aureola de luz que lo circunda (un halo). Pero Dios no está aislado en su esplendor. Los veinticuatro ancianos (4) representan al pueblo de Dios, nuevo Israel (número doce), ampliado a la humanidad entera (veinticuatro) (cf. 5,9) y visto en su situación definitiva; el grupo simbólico de los veinticuatro ancianos integra a los cristianos que salgan vencedores de la prueba. Los atributos de los ancianos: tronos, vestiduras blancas, coronas, son los mismos que han sido prometidos a los cristianos. Tronos, este pueblo participa de la dignidad y soberanía de Dios (cf. 3,21; 1,6; "linaje real"); como pueblo sacerdotal (ibid.; "sacerdotes"), celebra una liturgia celeste (cf. 5,10) que rinde homenaje a Dios creador (11) y, a continuación, al Cordero salvador (5,9-14); vestiduras blancas, la gloria divina (cf. 3,4s); coronas de oro, la libertad y la realeza (cf. 3,11).

La tempestad que procede del trono simboliza la potencia de las intervenciones divinas en la historia (5). El mar de cristal transparente corresponde al firmamento que separa el mundo celeste del terrestre(6).

Los cuatro vivientes, vueltos hacia los cuatro puntos cardinales, expresan la múltiple acción de Dios, mediante su Espíritu, sobre la humanidad entera (cf. 6,1-7) y la reacción de la humanidad, con el Espíritu, a la iniciativa divina (5,13s). Destellos, en gr. ophthalmón, término que como en Ez 1,18, probablemente no designa "ojos", sino puntos de luz; id. en v.8. Los cuatro vivientes empiezan la alabanza (cf. Is 6,2), a la que van asociándose todas las criaturas (8-9). El gran motivo de alabanza es la creación realizada por Dios, el don de la existencia, expresión de su amor. La aclamación Tú mereces... la gloria, el honor y la fuerza parece incluir una oposición a los títulos imperiales: el único digno de ellos es el creador de la vida (11).

Salmo. 150,1-6.

1iAleluya! Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte* firmamento.
2Alabadlo por sus proezas,
alabadlo como pide su grandeza. *
3Alabadlo tocando la trompa,
alabadlo con arpas y cítaras.
4Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con la cuerda y las flautas.
5Alabadlo con platillos sonoros,
alabad lo con platillos vibrantes.
6Todo ser que alienta alabe al Señor. ¡Aleluya!

Explicación.
150 El salterio termina con un himno a toda orquesta. Paralelo del "firmamento" es el templo celeste. Se diría que el orante piensa en los ángeles, como Sal 148,2; al final alaban todos los seres vivos, es decir, en la tierra.
La palabra cede el puesto a la música instrumental: cuerda, viento y percusión. Implícitamente el salmo aprueba el artificio humano que tempera y armoniza los sonidos del universo. Por eso extraña la oposición de los Padres a la música instrumental. El creyente puede encomendar a los instrumentos la expresión de sus sentimientos religiosos, ahorrándose palabras o compensando misteriosamente su pobreza y limitación. Una gigantesca y gloriosa tradición de música religiosa empalma con el último salmo del salterio. Como la música instrumental estiliza sonidos, así la danza estiliza movimientos humanos, los ordena en ritmos, los combina en figuras. Y todo se ofrece a la divinidad como espectáculo en su honor.
150,1 • O: sólido.
150,2 • O: por su inmensa.
Evangelio. Lucas 19,11-28.

11 Como ellos lo estaban escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reinado de Dios iba a despuntar de un momento a otro.
12 Dijo así:
- Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir el título de rey y volver después.
13 Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, encargándoles:
- Negociad mientras vuelvo.
14 Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron detrás de él una delegación que dijese: "No queremos a éste por rey".
15 Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que habían ganado.
16 El primero se presentó y dijo:
- Señor, tu onza ha producido diez.
17 Él le contestó:
- Muy bien, empleado bueno; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 El segundo llegó y dijo:
- Tu onza, Señor, ha producido cinco.
19 A éste le dijo también:
- Pues tú toma el mando de cinco ciudades.
20 El otro llegó y dijo:
- Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en un pañuelo;
21 te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.
22 Él le contestó:
- Por tu boca te condeno, empleado perverso. ¿Con qué sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro?
23 Entonces, ¿por qué razón no has puesto mi dinero en el banco? Así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
24 Dijo entonces a los presentes:
- Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.
25 Le replicaron:
- ¡Señor, si tiene ya diez onzas!
26 -Os digo que a todo el que produce se le dará, y al que no produce se le quitará hasta lo que había recibido.
27 Y a esos enemigos míos que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.
28 Y, dicho esto, echó a andar delante, prosiguiendo la subida a la ciudad de Jerusalén.


EXPLICACIÓN.

11-28. La subida a Jerusalén se interpreta en términos de la llegada inminente del reinado de Dios, por obra de un Mesías triunfador (11).

La parábola desmiente esta expectación. Toma pie de la historia reciente: Arquelao, hijo de Herodes el Grande y bien conocido en Jericó por haber construido allí suntuosos edificios, fue a Roma para conseguir el título de rey, y una comisión de cincuenta judíos lo siguió para impedirlo. La parábola aplica este hecho a la oposición implacable de los dirigentes judíos a Jesús (12.14). La ida a un país lejano (12) corresponde a la muerte de Jesús. La frase: No queremos a éste por rey (14), está inspirada por el odio. El castigo de los que lo rechazan como rey (27) alude de nuevo a la destrucción de Jerusalén (cf. 20,16).

Cuerpo de la parábola (13-26): el reinado de Dios exige colaboración humana. Onzas de oro (13), figura del mensaje que ha de fructificar; suma pequeña, pero, mostrada la fidelidad, el premio es grande (cf. 16,10). Recompensa proporcionada al fruto, es decir, no se puede desperdiciar nada de los dones recibidos (15-19); lo intolerable es no producir (20-22). A todo el que produce se le dará (26, cf. 8,18).

No hay comentarios:

Publicar un comentario