Primera Lectura: II
Reyes 22, 8-13; 23, 1-3
13-Id a consultar al Señor
por mí y por el pueblo y todo Judá a propósito de este libro que han
encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros
padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él.
14Entonces el sacerdote
Jelcías, Ajicán, Achor, Safán y Asasías fueron a ver a la profetisa Julda,
esposa de Salún, el guardarropa, hijo de Ticua de Jarjás. Julda vivía en
Jerusalén, en el Barrio Nuevo. 15Le expusieron el caso, y ella les respondió:
-Así dice el Señor, Dios de
Israel: Decidle al que os ha enviado: 16Así dice el Señor: “Yo voy a traer la
desgracia sobre este lugar y todos sus habitantes: todas las maldiciones de
este libro que ha leído el rey de Judá; 17por haberme abandonado y haber
quemado incienso a otros dioses, irritándome con sus ídolos, está ardiendo mi
cólera contra este lugar, y no se apagará”. 18Y al rey de Judá, que os ha
enviado a consultar al Señor, decidle: Así dice el Señor, Dios de Israel:
19”Puesto que al oír la lectura lo has sentido de corazón y te has humillado
ante el Señor, al oír mi amenaza contra este lugar y sus habitantes, que serán
objeto de espanto y de maldición; puesto que te has rasgado las vestiduras y
llorado en mi presencia, también yo te escucho –oráculo del Señor-. 20Por eso,
cuando yo te reúna con tus padres, te enterrarán en paz., sin que llegues a ver
con tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar”.
Ellos llevaron la respuesta
al rey.
23 1El rey ordenó que se presentasen ante
él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 2Luego subió al templo,
acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes,
los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la
alianza encontrado en el templo. 3Después, en pie sobre el estrado, selló ante
el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos,
normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas
de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.
EXPLICACIÓN.
22,11-13. Basta leer algunas
maldiciones de los capítulos 27 y 28 del Dt (incluso la versión breve), para
comprender la sorpresa y el terror del rey. El libro se convierte en
interpretación teológica del momento actual, mientras el rey lo va leyendo: si
Judá y Jerusalén han llegado al presente estado, es como castigo enviado por la
cólera del Señor. En los oídos del rey el libro suena como voz profética, denunciando
delitos; o más bien, de los delitos acumulados en generaciones, que pesan sobre
la generación presente. La consulta busca un medio de expiar el delito y
apartar la cólera de Dios.
22,14. En este momento no
basta un oráculo sacerdotal ordinario; los dignatarios de la corte, incluido el
sumo sacerdote, tienen que recurrir al oráculo profético. ¿Por qué Julda? ¿Es
que Jeremías todavía no se había acreditado? El autor no encuentra nada extraño
en la elección. Jeremías pertenecía a una familia sacerdotal de Anatot,
mientras que Julda era la mujer de un empleado subalterno del templo. Esta
profetisa hace compañía a Débora.
22,16-20. El oráculo ha sido
reelaborado en estilo deuteronomista, sobre todo en la parte que concierne al
templo.
22,17. La cólera es el
incendio metafórico que se convertirá en realidad (véase el capítulo final y Ez
9).
22,18-19. A favor del rey se
apunta la conversión interna y los gestos externos que expresan la penitencia.
Es la actitud inicial, antes de las obras de reforma.
22,20. La cláusula “en paz”
hay que entenderla en posición adversativa: sin que veas la desgracia del
templo y ciudad. En este sentido la profecía se cumple, la muerte prematura del
rey es un acto de misericordia. No se cumple si pensamos en muerte natural. La
palabra hebrea shalom tiene una ancha
gama de significados; puede ser que los contemporáneos la interpretasen en
sentido estricto, lo cual aumentaría el escándalo de su muerte en batalla.
23,1-3. Las ceremonias de
renovación de alianza eran conocidas, y el autor no se detiene a describirlas
todas. El rey actúa de mediador, como en otro tiempo Moisés y Josué –no sigue
el modelo de Joás-. El pueblo escuchaba la lectura pública y respondía con su
aceptación, quizá repitiendo el tripe “serviremos” (como en Éx 19 y Jos 24).
23,3. Dt 26,16; 30,2.10.
Salmo Responsorial: 119,33-37.40
33Enséñame, Señor, el camino de tus estatutos
y lo seguiré puntualmente.
y lo seguiré puntualmente.
34Enséñame a cumplir tu voluntad
y a observarla de todo corazón.
35Encamíname por la senda de tus mandatos,
porque la quiero.
35Encamíname por la senda de tus mandatos,
porque la quiero.
36Inclina mi corazón a tus preceptos
y no al lucro.
y no al lucro.
37 Aparta mis ojos de miradas vacías,
en tu camino dame vida.
en tu camino dame vida.
40Mira cómo ansío tus
decretos;
con tu justicia dame vida.
con tu justicia dame vida.
EXPLICACIÓN.
119,33-40 Al llegar a la
letra H, el autor recurre a formas verbales en hifil, factitivas. Así resulta
que no es el hombre quien comprende, sino Dios quien le hace comprender. El
sustantivo lora(que traducimos por ley) se transforma en
"instrúyeme"; el caminar en "encamíname", inclinarse en
"inclinar", apartarse en "apartar". El hombre suplica, Dios
actúa. Sobresale quizá el "inclinar el corazón", contrarrestando las
malas inclinaciones del hombre.
Transposición cristiana.
Muchos títulos, símbolos o privilegios atribuidos en
el judaísmo a la tora son atribuidos en el NT a Jesucristo:
luz, agua de la roca, camino, etc. Por tanto, donde leemos ley o mandato
podemos pensar en Jesús como Mesías. Como los relatos del Pentateuco son
también tora, así y mucho más lo es la vida de Cristo. La
lectura se facilita usando la clave del "camino". Jesús se lo apropia
como norma de conducta y vía de acceso al Padre, al cual añade los de verdad y
vida, también presentes en el salmo. Con su conducta y enseñanza nos enseña
"el camino auténtico de la vida".
Evangelio: Mateo
7, 15-20
15 Cuidado con
los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro
son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?
17 Así, los arboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos.
18 Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos,
19 y todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al fuego.
20 Total, que por sus frutos los conoceréis.
16 Por sus frutos los conoceréis; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?
17 Así, los arboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos.
18 Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos,
19 y todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al fuego.
20 Total, que por sus frutos los conoceréis.
EXPLICACIÓN.
Palabras engañosas (15-20):
los que pretenden hablar en nombre de Dios (falsos profetas), pero buscan sólo
su propio interés. La comunidad los conoce por su modo de obrar, reflejo
infalible de las actitudes profundas. Frutos buenos y malos (17-20): lo que
sirve o no sirve para la vida.
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